Córdoba

Córdoba / paisajes y personajes cordobeses

Eloy Vaquero Cantillo y Montalbán

Se cumple medio siglo de la muerte del que fue primer alcalde de Córdoba en la Segunda República. Su vida fue el ejemplo en medio de un país desbordado por la tragedia de 1936

Día 10/10/2010 - 11.50h
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Mesa de la Asamblea Autonomista de Ronda, de 1918, presidida por Blas Infante. Junto a él, Eloy Vaquero, José Andrés Vázquez y Fernando Llera. A la derecha, casa de Montalbán donde nació.
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Casa de Montalbán donde nació
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SE acaba de cumplir medio siglo de la muerte de Eloy Vaquero Cantillo, maestro, abogado, político, periodista y escritor. Primer alcalde de Córdoba en la Segunda República y ejemplo de la tercera España desbordada por la tragedia de 1936. Siempre amó a su pueblo natal, Montalbán, localidad de la campiña cordobesa a 38 kilómetros al suroeste de la capital.
Montalbán retrotrae su historia a la antigüedad. Luego, en la Edad Media, perteneció al Señorío de Aguilar como pueblo «fortaleza». Hoy es un municipio laborioso y alegre. Se encarama sobre una loma, afianzándose en el paisaje, y sus casas nuevas entretejen calles alargadas que terminan en carreteras y caminos que lo comunican con los campos, donde contrastan pinceladas de olivares con extensas tierras calmas de colores parduzcos.
Conserva un estilo propio y un particularísimo lenguaje. Así nos lo describe Francisco Solano Márquez: «Al término de la calle Ancha, principal y larga arteria de Montalbán, asombra al viajero la colosal cúpula del Calvario, con sus tejas vidriadas brillando al sol y su airosa linterna escalando el cielo campiñés. Su aparición identifica al viajero con el claro sosiego que infunde el topónimo de la villa, Montalbán, monte albo, monte blanco».
Allí nació Eloy Vaquero el 28 de junio de 1888. Luego estudió el Magisterio en Córdoba, donde se instaló tras su matrimonio con Carmen Ruz Nieto. Pronto, en el año 1909, despertó a la política de la mano de Alejandro Lerroux, con una ideología republicana de centro y andalucista, que no le abandonará el resto de su vida.
Es nombrado director de la Escuela Obrera de Córdoba que transformará en Escuela al Aire Libre, en la calle Arroyo de San Lorenzo. Fruto de su experiencia pedagógica fue su obra literaria «Las Escuelas al Aire Libre». Para completar su formación pedagógica realizó un viaje al extranjero tomando contacto con las corrientes pedagógicas más progresistas. En esos años culminó sus estudios de Derecho.
En las elecciones municipales de 1916 obtiene el acta de concejal por el Ayuntamiento de Córdoba. En 1917 ingresa en la masonería y un año después participa en la Asamblea Regionalista celebrada en Ronda. En 1919 organiza, junto a Blas Infante y Azorín Izquierdo, la Asamblea Autonomista de Córdoba que sentará las bases políticas del andalucismo.
Polifacético, en 1920 funda y dirige el diario republicano «La Voz» y publica libros como la novela «Amor y libertad», el poema en habla andaluza «Hieles del paro» o la crónica de su tiempo «Del drama de Andalucía». Su prestigio le lleva a ser elegido alcalde de Córdoba por el Partido Radical, en las elecciones de abril de 1931. Luego será diputado en Cortes, director general de Acción Social y ministro de Gobernación y Trabajo y Sanidad, en los Gobiernos de centro-derecha de 1933-1935.
La primavera trágica de 1936 marcará su destino. Tras las elecciones de febrero, el Gobierno del Frente Popular dispone que se restituyan los alcaldes de las municipales de 1931, caso en Córdoba de Vaquero. Pero los partidos obreros cordobeses se opusieron y para mostrar su disconformidad realizaron una manifestación que partió de la Casa del Pueblo hasta el Ayuntamiento. Lo tomaron y tras proclamar alcalde a Manuel Sánchez (PSOE) tiraron por el balcón el retrato de Eloy Vaquero.
Desengañado y temeroso se exilió en Gibraltar, pasando por Montalbán para recoger a su esposa y despedirse de familiares. Ya no regresaría a España. Inglaterra, Nueva York, La Habana, Caracas y otra vez Nueva York, fueron sus etapas. En la última, profesor de la Universidad de Columbia, fallecerá el 14 de septiembre de 1960. Tras su muerte su esposa volvió a Montalbán siguiendo el consejo de Eloy, que dedicó a su pueblo estos versos. «No me des la sierra, sierra. / No me des el llano, llano. / Que quiero un mar de cerritos / y arriba del pueblo... el Calvario».
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