La pasada semana falleció, a los 87 años de edad y tras una larga enfermedad, el periodista Ismael Medina. Su hermano Luis Felipe, residente en Córdoba, fue quien me dio la noticia. Luis Felipe Medina es un gran amigo, con el cual mantengo largas conversaciones, enriquecedoras por lo que él sabe de esta ciudad que amamos y padecemos. Pero además, le agradeceré siempre que hace años me presentase a su hermano.
Ismael Medina fue un periodista muy conocido, además de contar con las carreras de Derecho y Magisterio. Fueron sus principales medios los diarios Arriba y El Alcázar, las agencias Pyresa y Efe, corresponsalías en el extranjero, RNE, el Telediario de noche de TVE entre 1972 y 1973, conferencias y, en los últimos años, el digital Vistazo a la Prensa y El Correo de Burgos y su columna «Corazón sin coraza». La mejor forma de conocerlo y recordarlo es aprender de su artículo póstumo, titulado «A Dios»:
«Ésta es la última columna de Corazón sin Coraza. La escribe mi hijo al dictado de mis emociones. Yo he de partir hacia un destino soñado: el del reencuentro con mis dos hijas, Miriam y Esther, y el amor de mi vida, Conchita. Ante eso ya no hay crisis, ni dislates políticos, disparates legislativos, incongruencias administrativas o francachelas mundanas que me retengan. Me voy en paz con la vida, pues las satisfacciones y las alegrías pueden más que los embates del dolor, la incomprensión y las difíciles experiencias que ésta me ha deparado.
Creo honestamente que he sido consecuente con mis ideas y en todo momento sincero con mis lectores, a los que he ofrecido mi punto de vista sin otra pretensión que llevarles a la reflexión y ayudarles a decidir por sí mismos. He callado lo que pensaba que debía callar y he dicho lo que creía que había que contar, siempre en posesión de información y nunca desde la especulación. La opinión debe construirse desde el conocimiento de los hechos comprobados y no de la rumorología y los cotilleos de salón. Y ello ha constituido siempre la base de mi independencia profesional, que creo haber mantenido hasta el final, a pesar del excesivo coste personal que en ocasiones me he visto obligado a pagar.
Sé que en estos días se dirán muchas cosas de mí. Unas buenas y otras malas. No me preocupa. Nunca me ha preocupado. Siempre he pensado que es mejor no hacer caso, antes que iluminar a los ignorantes con la verdad. Allá ellos. Me quedo con lo mejor, con la familia y los amigos, a los que tengo verdadera devoción. Porque, créanme, es lo que realmente merece la pena en la vida: el amor de los tuyos. Éste es el equipaje con el que emprendo mi último viaje hacia el reencuentro ya anunciado, embarcado en la fe de lo que me voy a encontrar. Lo único que siento es no poder volver a ocupar este espacio para contarles mi experiencia. No me queda otra que despedirme con un simple y entrañable A Dios».
Ismael fue, ante todo, un trabajador infatigable, hombre honesto, coherente con su ideario joseantoniano de España, católico ferviente, que escribió siempre y exclusivamente al dictado de sus creencias. Descanse en paz.