La segunda jornada del juicio que celebra el Juzgado de lo Penal número 1 de Córdoba contra el administrador de la finca El Cascajal I.M.M. y su encargado, R.R.L., para los que se piden 8 años de prisión por un delito contra la salud pública, fue un rosario de denuncias de los más de 100 afectados por el brote de brucelosis que se propagó entre los años 1998 y 1999 entre decenas de familias de Palma del Río.
Por las preguntas que formuló la representante del Ministerio Fiscal a los afectados se concluyó que al que le compraban el queso era «un hombre mayor que iba con una bicicleta, un ambulante, que llevaba los quesos liados en bolsas de plástico». Otro de los aspectos que se fue aclarando durante el repetitivo interrogatorio fue el tiempo que este señor mayor, del que algunas víctimas recordaba que se llamaba Antonio, (A.F.F.) suegro del acusado R.R.L., ya fallecido, llevaba más de un año entre 1998 y 1999 vendiendo quesos «sin que antes hubiera pasado nada», comentaban ayer los propios afectados.
«El hombre del queso»
Una de las afectadas, llamada a declarar como testigo por la Fiscalía, E.G.A., recordó ante la sala que ella le compraba el queso a un hombre, que ya se murió. Aseguró que los quesos los sacaba de una cesta, que iba en bicicleta y que estaban envueltos en una bolsa de plástico. La mujer aseguró que el queso procedía de la finca El Coscojal. Un testimonio similar fue el de C.B., que también le compró a un señor el queso que venía vendiéndo «casa por casa».
En cuanto a la procedencia, esta señora de 77 años sólo supo de dónde venía porque se enteró durante el proceso penal abierto por esta causa. La mujer reclama toda la indemnización que le corresponda porque la enfermedad provocada por la ingesta de este queso le ha dejado secuelas graves en todo el cuerpo y tiene «las vértebras finas», lo que le impide hacer tus tareas domésticas.
Otros testimonios más vagos ni siquiera supieron precisar el bar donde compraron el queso, ni tampoco quién se lo vendía ni de dónde procedía. Así, otra de las afectadas aseguró que desde el brote está «frita de dolores», y que tuvo que dejar su empleo. En su caso, sólo llevaba 1 o 2 meses comprando queso, pero en otros muchos afectados, era más de un año comprando este queso fresco.
Uno de los testimonios más duros fue el de una joven que contrajo la afección y sin saberlo se quedó encinta. «Yo tenía la enfermedad incubandola en los huesos, y cuando me quedé embarazada ya me salió en el análisis de sangre», contó. Los médicos del Reina Sofía le recomendaron que «abortara» por las posibles malformaciones del futuro bebé, y así lo hizo.
Los afectados, aquejados de problemas de huesos y de articulaciones, relataron uno a uno, entre ellos, padres, esposas e hijos, cómo tardaron en diagnosticarles la enfermedad, cuánto tiempo pasaron hospitalizados y qué secuelas le quedaron.




