Mañana 7 de marzo, es el aniversario de la muerte del sacerdote mallorquín, afincado largo tiempo en Córdoba, Juan Capó Bosch (1924-1984). Estudió en el Seminario de Palma, se licenció en Teología por la Universidad Pontificia Gregoriana y se le recuerda por ser el gran impulsor en Córdoba del movimiento de los Cursillos de Cristiandad, al que había ayudado a fundar en Palma de Mallorca.
Los Cursillos de Cristiandad se crearon en la capital de las Baleares en 1949. Orientados al mundo laico, sus características son, principalmente, compartir una fe vivida para difundirla y la evangelización como fermento en diferentes ambientes. Estos objetivos buscan alcanzarse mediante una específica metodología que consta de tres tiempos: Precursillo, Cursillo y Postcursillo, siendo los temas y los contenidos de los tres días del Cursillo iguales en todo el mundo.
En 1954 se celebra en Córdoba el primero, traído por Jóvenes de la Acción Católica. En los primeros tiempos será su consiliario Felipe Tejederas y delegado diocesano Martín Cabello de los Cobos. Se realizaban en el Seminario de San Pelagio o en el centro Oscus de la calle Valladares. La llegada de Capó les dará un definitivo impulso, aunque su carácter y formas levantaron al principio roces entres sacerdotes y cursillistas, que fueron superados con la intervención de un sacerdote de prestigio como Juan Jurado, luego vicario general.
En 1957 Juan Capó había llegado a Córdoba para ganar por oposición la cátedra de Teología Dogmática del Seminario. Poco después sería elegido canónigo. Escribe el sacerdote Manuel Moreno: «Su estancia entre nosotros fue muy importante y transcendental en su misión de la enseñanza de la Teología. Sus clases, preparadas con meticulosa escrupulosidad, eran esperadas con ansiedad. No se limitaban a un simple texto sino que ampliaba sus referencias con las últimas investigaciones hasta entonces conocidas».
Fueron famosas sus homilías en la Merced y pronunció el pregón de la Semana Santa cordobesa en 1960. Pero la labor que más le definió y le dio fama fue la dedicación a lo que amaba apasionadamente: los Cursillos de Cristiandad, donde siempre trabajó sin descanso y con plena ilusión. También escribe Manuel Moreno: «Soñaba con que un día no lejano, las nuevas generaciones nacerían en familias cristianas donde se transmitiera la fe con la misma naturalidad que se inculcan otros valores».
Capó impulsará unas charlas de radio, por las mañanas, llamadas «De colores», seguidas ávidamente por los cursillistas. En 1961 viaja a Colombia para implantar el perfeccionamiento en el desarrollo de la vida espiritual, junto a un equipo de cursillistas cordobeses encabezado por el futuro presidente del Senado, Cecilio Valverde. En 1966 el obispo Manuel Fernández Conde presidió la clausura del Cursillo número 200, en el Polideportivo de la Juventud (Sector Sur) ante más de tres mil cursillistas.
A principios de los años setenta, Juan Capó vio hecho realidad uno de sus grandes anhelos, que el movimiento de Cursillos de Cristiandad tuviese sede propia en Córdoba: la Casa de San Pablo. Una espaciosa casa con jardín, ubicada en la calle llamada Cursillos de Cristiandad, y costeada y mantenida por los propios cursillistas. Un lugar donde muchos corazones se han incendiado del amor de Jesús y de donde ha salido una legión de almas intrépidas para anunciar el evangelio por los caminos de la vida.
Aquejado de asma y con crisis cada vez más frecuentes, Capó se retiró a Mallorca buscando un clima benigno. Allí falleció el 7 de marzo de 1984. En 1999 los Cursillos de Cristiandad celebraban, en Córdoba, en la Catedral, el cincuentenario de su fundación. En la homilía, monseñor Martínez Fernández destacó que «hoy no se puede explicar la pervivencia de la fe en nuestra diócesis sin la importante aportación de los Cursillos de Cristiandad».
POR JUAN JOSÉ
PRIMO JURADO



