Córdoba

Córdoba

Honores al barbero de San Pablo

El Ayuntamiento incluye por error en los Muros de la Memoria a un asesino fusilado en el cementerio en 1943

Día 03/04/2011

Que los Muros de la Memoria que el Ayuntamiento inauguró hace dos semanas son parciales, pues sólo recuerdan a las víctimas de uno de los dos bandos de la Guerra Civil, era un hecho conocido. También era de dominio público que, tal y como avanzó ABC en su edición del pasado 3 de marzo, el listado con 2.311 víctimas de la contienda que figuran en los cementerios de San Rafael y La Salud contienen numerosos errores, esto es, nombres repetidos y personas que, en realidad, no fallecieron a cuenta de la violencia fratricida sino por otros motivos, por más que el Consistorio los haya incluido en los muros.

Pero la sorpresa es mayúscula cuando entre las incorrecciones que contienen los listados se encuentra una que debería de saltar a la vista de cualquiera que conozca con cierta propiedad la historia reciente de esta ciudad. A lo que se ve, los especialistas municipales encargados de realizar la investigación para la elaboración de los muros no les llamó la atención el nombre de Francisco Reyes Sorroche. Sí le sonó enseguida al especialista en los documentos municipales oficiales del último siglo y medio Juan Galán, que conectó sus apellidos no con las bajas de la Guerra Civil sino con la historia negra de la capital. Porque Francisco Reyes Sorroche fue el autor de uno de los crímenes más recordados en Córdoba: era barbero en el número 6 de la calle San Pablo y el 28 de enero de 1943 asesinó en su establecimiento a Enrique Gallego, cobrador del Banco Español de Crédito y cliente habitual.

Tras descubrirse su crimen a los pocos días de que se produjese, el asesino fue juzgado por un consejo de guerra y, el 6 de febrero, fusilado en las cercanías del cementerio de San Rafael para dar cumplimiento a la pena de muerte a la que había sido condenado. Hay que resaltar que Reyes Sorroche fue juzgado por la justicia militar aunque su delito fuera civil porque hasta 1950 todos los delitos de sangre, en cumplimiento de la ley marcial, se dirimieron en España por la autoridad castrense.

La prensa de la época y, sobre todo, la memoria popular, guardan detalles del crimen que estremeció a la ciudad al poco de iniciarse la posguerra y que en nada tuvo que ver con la contienda. Aunque hay versiones contrapuestas, la más aceptada es que el barbero asesinó al cobrador del Banco Español de Crédito, vecino de una calle próxima a Santa Marta, en el curso de una discusión mientras lo afeitaba. Para acabar con su vida usó la cuchilla que tenía en la mano.

La hipotesis más aceptada es que Enrique Gallego acudió a asearse el rostro a la barbería a última de la mañana del citado 28 de enero, cuando ya no había ningún cliente más en el establecimiento. Antes de entrar estuvo conversando un momento con el propietario de Toldos Estévez, situado aún en la calle San Pablo, y le comunicó a su interlocutor que iba a aprovechar el rato hasta la hora de almorzar para afeitarse, algo que solía hacer con cierta frecuencia. El titular de Toldos Estévez fue la última persona que vio a Gallego con vida. A excepción del barbero, que una vez consumado el crimen compró en una tienda del área de San Pablo un serrucho y un bidón, el primero para descuartizar al cobrador del Banco Español de Crédito y el segundo para depositar los trozos del cuerpo mutilado.

El barbero se fue deshaciendo de trozos del cuerpo en los días que siguieron al asesinato, de tal modo que cada jornada caminaba hasta el Molino de Martos para arrojar porciones del cuerpo de su víctima al río. Antes de que le diera tiempo a trasladar todos los trozos al Guadalquivir, la Policía comenzó a investigar la desaparición de Gallego tras la voz de alarma de su familia. Las pistas con las que se encontraron los agentes fueron concluyentes: el dueño de Toldos Estévez les habló de su conversación con el cobrador y de que éste le informó de que iba a afeitarse a la barbería, dato al que se unió después la declaración del dependiente de la tienda en la que el asesino había adquirido el serrucho y el bidón. Reyes Sorroche pagó por su crimen en una tapia del cementerio. Aparece en los registros como fusilado, sí, pero desde luego no por sus ideas políticas.

Búsquedas relacionadas
  • Compartir
  • mas
  • Imprimir
publicidad
Consulta toda la programación de TV programacion de TV La Guía TV

Comentarios:
Lo ?ltimo...

Copyright © ABC Periódico Electrónico S.L.U.