Cualquier político que se precie no puede dejar de ver una excelente película de John Ford titulada «El último hurra», protagonizada por Spencer Tracy en el papel de un veterano alcalde irlandés, muy cercano a las calles, que tiene que competir por el sillón presidencial de la ciudad con un joven advenedizo apadrinado por pesos pesados locales y apoyado por una excelente campaña de imagen.
En ese bipolar personaje uno no puede evitar descubrir reflejados en parte a dos de los candidatos que ahora aspiran a gobernar Córdoba: el actual regidor, Andrés Ocaña, y su principal rival, el popular José Antonio Nieto, que está sabiendo aplicar una política de proximidad a ultranza con el ciudadano de a pie, hasta el punto de asaltarlo por sorpresa en sus propias casas. Y hay reacciones para todos los gustos. ABC es testigo.
«Lo siento, no soy español y si es algo de política es importante para otras personas, pero no para mí», la primera en la frente, pero Nieto no pierde la sonrisa. Desde febrero pasado, lleva realizando varias de estas visitas y ha visto de todo, desde gente que lo recibe en pijama, hasta hallazgos casuales, como el que tuvo recientemente con el ex presidente de Unemac, Manuel Aranda, en casa de su hijo en Ciudad Jardín.
De aquella experiencia aprendió «lo duro que puede ser acercarse tanto al ciudadano», en alusión a los numerosos bloques sin ascensor que hay en esa zona de la ciudad, y a la ingente cantidad de perros que viven con sus amos. «Ahora ya empezamos siempre desde el último piso y vamos bajando por lo que pueda pasar», se confiesa el presidente del PP en Córdoba.
Junto a él siempre van Beatriz Jurado, presidenta de Nuevas Generaciones en Córdoba, y Juan Carlos, que carga con la saca de chapas. A ellos se une habitualmente un «guía» simpatizante del partido que conoce el bloque y les va llevando puerta por puerta. En esta ocasión es Antonio Guzmán Muñoz, vecino de este bloque ubicado en la calle Manuel Fuentes Bocanegra, muy próximo al Zoco.
«¡Hola! Soy José Antonio Nieto y soy el candidato a la Alcaldía por el PP», se presenta cuando le abren la puerta en la siguiente vivienda. «¡Qué sorpresa! ¡Eva, mira! ¡Es el alcalde!», exclama un hombre al otro lado de la puerta haciendo que Nieto se sonría, sabedor de que el «lapsus» del vecino ha sido plenamente consciente. «Aquí os traigo una banderola para que la pongáis en el balcón y unas chapas», añade Nieto, que es prácticamente obligado a pasar al salón para charlar un momento.
«Yo lo único que pido es que el Ayuntamiento nos deje vivir tranquilos a la actividad privada; hay demasiadas carencias de iniciativas y hay que activar esto en lugar de poner trabas», le plantean. No es habitual tampoco, porque la mayoría de la gente recibe a la comitiva de José Antonio Nieto de forma amable, pero no más allá del umbral. Pero el alcaldable tiene claro que también hay que «mimar» a su propio electorado, al que a veces se suele dejar de lado con tal de arañar algún voto entre los indecisos del «otro lado», y es que en todos los edificios siempre encuentra a uno de los suyos.
