Para Luis Miranda la Cuaresma llegó el pasado octubre. A ese mes debió adelantar la razón y el corazón para comenzar a escribir con mente y sentimientos propios de la víspera del Domingo de Pasión, «cuando la Semana Santa llama a las puertas del alma» de este periodista y redactor de ABC Córdoba, hermano de las Angustias, a quien las imágenes sagradas reavivaron la llama de la fe cuando en algún momento vaciló.
El próximo sábado en el Gran Teatro se enfrentará, según cuenta, «al mayor y más bello encargo, pero también desafío» que pueden hacer a un cofrade: anunciar la Semana Santa.
—¿Está deleitándose o padeciendo en la espera del pregón?
—Estoy padeciendo mucho porque me he puesto el listón alto, lo cual no quiere decir que lo haya superado, pero he querido hacer algo que esté a la altura de la Semana Santa de Córdoba, de lo que mucha gente ha escrito y de lo que yo espero de mí mismo.
—En diez años escribiendo de esta celebración, ¿no lo ha dicho todo?
—No, el pregón me permite abordarla desde una perspectiva mucho más personal. Al escenario sube el cofrade, nazareno y devoto, aunque aflore en alguna ocasión el periodista, y tiene que cumplir ante su propia conciencia, no ante una hora de cierre ni ante la línea editorial de un periódico; es bastante distinto. Por otro lado, nuestra realidad y la Semana Santa van cambiando.
—¿Se decantará por el efectismo o por la profundidad?
—Cuando escribo intento huir de los efectismos, pero el pregón está hecho para escucharse. Por lo tanto, intentaré ser profundo pero buscaré influir en el ánimo del espectador con inflexiones y cambios de ritmo.
—Usted está acostumbrado a escribir para ser leído, no escuchado, ¿ha sido un handicap?
—Bastante grande porque tengo tendencia a escribir con muchas frases largas y he optado muchas veces por un estilo muy distinto.
—¿Cuánto de opinión habrá en esta crónica adelantada de la Pasión?
—El pregón idealiza la Semana Santa porque, como bien dice Paco Robles, es una fiesta mejor contada que vivida. No obstante, habrá algo de opinión, aunque el pregón no está para dividir, sino para unir.
—¿Cómo es posible que una persona con sus antecedentes polémicos opinativos vaya a subir al atril del Gran Teatro con el beneplácito de las hermandades y de la Iglesia?
—Que yo sepa nunca he faltado a los cimientos de la fe católica, con lo cual no creo que la Iglesia deba tener motivos para oponerse. Soy la persona con más defectos de este mundo pero doy testimonio cristiano. Y no me he metido con las hermandades, o no me he metido con todas, o me he metido con muy pocas. Sólo he hecho críticas puntuales sobre cosas que yo creo que no estaban a la altura de la religiosidad popular de esta ciudad. Si molesta, lo entiendo y hay que pedir perdón, pero nadie me puede decir que no haga mi trabajo.
—¿Se ha tenido que morder la lengua o recortarle punta al bolígrafo para merecer este puesto?
—No. No optaba a ello.
—¿Sabe que hay quien dice que es el pago de la actual junta de la Agrupación por servicios prestados?
—En contra de lo que algunos cofrades creen y desearían, en democracia no se condena ni juzga por indicios ni conjeturas, sino por pruebas. Me debo a mi profesión y me exige que sea veraz y juzgue con toda la objetividad que pueda la realidad. No he dado ningún trato de favor a la Agrupación y he tenido problemas con este presidente como con todos.
—Hay quien utiliza la posición privilegiada que le darán el sábado para pedir, exigir, quejarse... ¿Qué va a reivindicar usted?
—Ni llamamiento a favor de la defensa de la vida ni de Córdoba 2016 ni otro tema políticamente correcto de moda. Lo que yo espero para la Semana Santa está pero no voy a decir: «¡Cabildo, abrid la puerta, vayamos todos a la Catedral!»; aunque esté implícitamente y en mi condición de cofrade esté implícita también la defensa de la vida humana desde la concepción hasta la muerte.
—No hará una antología de temas...
—No, porque me parece un «grandes éxitos» que está ahora mismo en todos los pregones cuando ese pregón lo preside una cruz y por nuestra condición de cristianos se nos supone. Además, no es la parroquia adecuada porque los que están allí, en teoría, no son los que van a abortar.
—Cuando en 2001 pronunció el pregón de la Juventud hablaba de desculturalización, ignorancia y laicidad. ¿Qué cree que se ha hecho o dejado de hacer para que sigan?
—Se ha intentado borrar de la vida pública la presencia de la religión cristiana a pasos agigantados, no sólo por el Gobierno actual sino por el modelo social capitalista y materialista que hace que estemos completamente de espaldas a la religión y, concretamente, al Cristianismo. En cuanto a la cultura, la Iglesia ha dado la espalda a su patrimonio, a su cultura y su pasado, ha convertido la liturgia y la misa en una especie de fiesta sin ninguna profundidad. Las visitas de los papas son espectáculos con nula eficacia pastoral y espiritual porque nadie es capaz de encontrarse con Dios estando cuatro o cinco horas en un estadio con muchísima gente. Está asumiendo sin quererlo las coordenadas de la sociedad del espectáculo.
—A la Semana Santa de esta ciudad se acercó con la banda de Calíope, de su pueblo, Fernán Núñez. ¿Cuál cree que es la mejor manera de llegar a las hermandades?
—Todas son buenas, desde una banda a una trabajadera, mientras te acerquen a lo que realmente te tienen que acercar que es a Cristo y María.
—Pero quizá es la música un caudal que lleva más fácilmente.
—La música es prima hermana de la religión. Decía Beethoven que la Música es una revelación más alta que la Filosofía, y es verdad. La música llega a la cabeza del compositor como revelada del cielo, por tanto, puede servir como algo que te acerca mucho a Dios, y no sólo las marchas procesionales, sino cualquier música sacra.
—¿Le contenta pregonar la Semana Santa con sus características actuales o hubiese preferido otra?
—García Baena habla de que en Sevilla lo que diferencia es el coro, la gente que sin ser cofrade se involucra y arropa la Semana Santa. Me gustaría que el coro cordobés estuviese involucrado, fuera consciente de lo que tiene, lo cuidara y lo protegiera. En cuanto a las hermandades, me contentan a ratos.
—¿Qué tiene de Arte Mayor y de arte menor la Semana Santa cordobesa?
—Hay una Semana Santa de Arte Mayor que hemos recibido de generaciones anteriores y se ha mantenido con sus propios valores: la de los Dolores, Jesús Caído, Ánimas, Misericordia, las Angustias, el Cristo de Gracia y la Caridad junto a otras cofradías que en los últimos tiempos han sabido crecer y realizar avances patrimoniales y humanos considerables, como el Sepulcro y la Paz, por ejemplo. De arte menor: proyectos que no se terminan, hermandades sin ningún rumbo, incrementos patrimoniales que no tienen la calidad necesaria y muy de arte menor el propio pueblo y lo que llena las calles.
—¿Tener como trabajo lo que siempre fue devoción y afición no acaba por desencantar y hartar? ¿No lo insensibiliza?
—Me sigo emocionando como un niño muchas veces. El Domingo de Ramos de 2008 se me saltaron las lágrimas en Agustín Moreno. No me ha insensibilizado ni hartado.
—Pero va a la calle con un ritmo marcado porque hay que escribir. ¿No merma la capacidad de disfrutar?
—Me la merma mucho. Me pongo la radio en la Redacción y escucho lo que hay en la calle y me da pena. Hay veces que me quedaría con alguna cofradía toda la tarde, aunque después de trabajar tengo el caramelo de disfrutar con algunas de noche. Esos ratos son, a veces, los mejores.
—¿Se les da ya a las hermandades el lugar que merecen en los medios?
—Conociendo a algunas cofradías y a algunos hermanos mayores, me pregunto si no se da demasiado. Me gustaría que fuesen conscientes de la repercusión social que tiene su condición y de que estuviesen a su altura. Otra cosa es la Semana Santa como conjunto, que sí merece la relevancia, y a lo mejor más, que tiene en los medios de comunicación.
