TRAS haberme ocupado de ellas y ellos, bueno será que lo haga de mí mismo. De mis rarezas y sinrazones en unos tiempo en que causamos la admiración de todos los países. Mi anómalo comportamiento, sin duda reflejado en estas páginas, es el fruto evidente, la dura consecuencia de haber abandonado la tutela benéfica de la Junta de Andalucía, de no sentir de cerca la bondad de su Régimen y ese sutil placer del ser de los nuestros.
Hoy, tras haber acudido a reflexionar a la Puerta del Sol con los que allí lo hacían de cara a unas elecciones importantes, he recuperado el buen juicio y es justicia que les hable de lo bueno que nos circunda, aunque tenga que centrarme sólo en tres de las cuestiones que mayormente preocupan.
En cuanto a la Economía, es bastante decir que, sólo con dos tardes, nunca encontróse en manos más expertas. Que si, a pesar de ello y por externas motivaciones, algún desajuste se produjo, jamás antes se adoptaron medidas tan oportunas. Tres de ellas —reparto de bombillas de bajo consumo, prescindir de las corbatas en verano y la reducción de la velocidad en las autovías— han asombrado a los especialistas por su novedad y eficacia.
Si de cultura hablamos, España y Andalucía son la cultura misma. Cultura cotidiana que se muestra de mil y una maneras. Así, en el lenguaje de nuestros políticos, sobre todo ministras y ministros, los cuales, mediante inteligentes y levísimas alteraciones ortográficas —cónyugues, ojetos y concetos, diabetis y suigéminis—, hacen más cercano y modernizan nuestro idioma. También a destacar la precisión de sus planteamientos y postulados cuasifilosóficos —tontos de los cojones que votan a la derecha—, aunque perfectamente asimilables por la ciudadanía. En cuanto a la talla de los responsables de la Cultura, muestra destacada es el de Andalucía, por más que pueda despistarnos su simpático parecido con un peluquero de película italiana.
Por último, y por lo que hace a los valores y principios, dos ejemplos señeros. De un lado, la defensa a ultranza de la familia tradicional que, con la fervorosa adhesión de otros conmilitones, lleva a cabo quién tantos años rigió los destinos andaluces. De otro, y en cuanto a la solidaridad, las dos grandes organizaciones obreras, lideradas por esos Stan y Oliver del movimiento sindical, por su abnegada participación en eres, cursos de formación y Presupuestos del Estado.
Hace muchos años, emprendí una carrera de tenor que se adivinaba prometedora, aunque, por mor de los estudios y los amores, puse fin a la misma apenas iniciada. Entonces soñaba con la gloria. Ahora, en cambio, me ha bastado con asumir uno de los muchos y modestos personajes de una ópera coral que se estrenó el domingo. De una ópera cuyo éxito, gracias a nuestro voto, ha sido concluyente.