La Política Agraria Común no está adaptada a los rápidos cambios de los mercados y genera situaciones difíciles de comprender. En el caso del aceite de oliva, la no activación del mecanismo de ayudas al almacenaje privado ha impedido a España poder recuperar precios, que se han mantenido durante un largo tiempo en el límite de desencadenamiento, pero sin llegar a superarlo. Esta situación no tiene visos de mejorar si se confirman las últimas estimaciones que fijan la presente campaña como la segunda más alta de la historia, con 3,08 millones de toneladas a nivel mundial. Mucha oferta en un mercado con precios ya muy bajos.
En el caso de los cítricos, la última decisión del Comité de Gestión de Frutas y Hortalizas también ha desatado las críticas del sector. Estos productos deberán indicar en la etiqueta los tratamientos post cosecha a los que han sido sometidos. Se trata de un planteamiento difícil de comprender, sobre todo si se considera que no es de aplicación para otros productos, cuya piel sí es consumida. El tener que informar de estas aplicaciones no aporta nada al consumidor, que en muy pocos casos va a ser capaz de interpretar adecuadamente su significado.
El azúcar, con limitaciones productivas en la UE, pero escasez de producción a nivel mundial y precios muy altos. Las propuestas de aumentar la cuota presentadas por Polonia, y la de Alemania de poder sacar al mercado interior 200.000 toneladas fuera de cuota han sido denegadas, debido a la rígida y poco flexible norma actual.
En este contexto, la Comisión aboga por actuar y controlar las excesivas fluctuaciones de los precios de las materias primas o los márgenes de la cadena alimentaria. ¿Son creíbles estos objetivos cuando la norma vigente no es capaz de adaptarse a reacciones del mercado mucho más transparentes y previsibles?