Córdoba, tan peculiar para todo, siempre deja una imagen muy especial en las llegadas de la Vuelta a España. En el podio, al vencedor de la etapa se le premia como siempre con el ramo de flores, el trofeo y el beso de las azafatas. Eso sí, lo último con la peculiaridad de que éstas van ataviadas de «cordobesas» y le entregan el sombrero de ala ancha.
Esta moda se implantó en los años 90, cuando la ciudad volvió a interesarse de verdad por el ciclismo y por dejar panorámicas espectaculares de la ribera del Guadalquivir o la Mezquita desde el sugerente plano que emitía el helicóptero. Sin embargo, también tuvo un antes en el que Córdoba alucinó con la conocida como serpiente multicolor.
De hecho, la primera llegada tuvo lugar en 1959, en la que Antonio Karmany inscribió por primera vez su nombre en el palmarés. Pero, sin duda, el momento mítico, llegó en 1962 cuando el egabrense Antonio Gómez del Moral se alzó con la victoria.
Desde ese momento se produjo un parón de más de 12 años hasta que en 1974 ganó Perurena. Y así se abrió una serie continuista en 1976 (Gilson) y 1979 (De Wolf). Nuevamente hubo un vacío de la gran ronda por etapas nacional, sólo alterada por algún final de etapa de la Ruta del Sol o un paso fugaz de parciales de la Vuelta que acababan en otros sitios.
Otro paréntesis
Y así lo vivió la ciudad hasta 1992, cuando el ciclismo estaba en plena efervescencia con la figura de Miguel Indurain. A partir de ese momento, Córdoba se hizo fija en comparecencias de la Vuelta. Salidas y llegadas de etapa, en un ciclo en el que se puso muy de moda la fotografía del sombrero cordobés. El primero que pasó a la historia por tal recuerdo fue Van Poppel. Le sucedieron dos italianos como Leoni, quien se impuso en una etapa larguísima de casi 250 kilómetros desde Almendralejo en el 94, y Minali (1996).
Un año más tarde, el entonces alcalde Rafael Merino hizo una apuesta muy seria por la promoción de la ciudad, que gozó de un final de etapa y una contrarreloj. Voskamp y Melchor Mauri se proclamaron vencedores de las distintas etapas. En 1998 ganó Zberg, mientras que en 2000 la victoria fue para Óscar Freire, hecho vaticinado minutos antes por Rosa Aguilar en la meta de la Victoria. La tendencia española se mantuvo en 2002 con Pablo Lastras y Aitor González, ya que se repitió la fórmula de llegada y contrarreloj.
Después, con el Vial Norte flamante, se optó por cambiar la meta, que alternó entre La Victoria y Vallellano. El fino británico Millar dio una exhibición en Al Nassir (2003) para abrir unas victorias italianas de Betagnolli (2005) y Bettini (2006). Precisamente, el campeón olímpico fue protagonista en 2008 cuando echó abajo la fuga de Manuel Ortega, el corredor del Andalucía Cajasur que llegó a disponer de hasta 15 minutos del pelotón para frustración de Antonio Cabello, el director deportivo cordobés que soñaba con un triunfo en casa. Por cierto, que el italiano se disculpó al día siguiente al conocer de la «trascendencia» de aquel triunfo. El belga Boonem se aprovechó para ganar y ponerse el sombrero, algo que también haría Boom en 2009. Hoy se busca al vigésimo ganador y al nuevo dueño del sombrero.




