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Córdoba / TRIBUNA LIBRE

LA VERDAD, ¿MOTOR ECONÓMICO?

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Día 13/09/2011

CONFIESO que el primer sorprendido por el título de este artículo soy yo mismo. Se me ocurrió cuando reflexionaba sobre lo que quería escribir tras dar lectura en un diario a las noticias de contenido económico. Mi intención era profundizar en las ideas que se me estaban ocurriendo para hilvanar modestamente unas líneas sobre algo tan complejo y comprometido como los factores que influyen, o pueden influir, en el desarrollo y aplicación de la ciencia económica. Después de concluir el artículo y aunque tengo ciertas dudas de si puede resultar algo pretencioso, asumo el riesgo y así queda.

Se ha escrito tanto sobre economía por los mejores especialistas de España, de Europa y del mundo entero que resulta muy arriesgado formular alguna opinión sobre los recovecos de esta fundamental, aleatoria y complicada ciencia. No obstante, me atrevo a hacerlo porque no pretendo apoyar ni contradecir a ninguno de los grandes «gurús» ni a sus doctas y documentadas hipótesis. Voy solamente a descender al terreno de lo práctico y desarrollaré mi teoría partiendo de una premisa aceptada por todo el mundo; aquella que señala que la confianza es la base de cualquier clase de relación, ya sea laboral, empresarial, gubernamental o personal...

Pues bien, si la confianza, considerada por algunos como antídoto del miedo, es la base fundamental para alcanzar vínculos de cualquier naturaleza, ya tenemos por donde transitar para llegar al puerto escogido. Porque la confianza, para quien la percibe o está destinado a aceptarla, ha de estar alimentada indiscutiblemente por la verdad. Cierto que el término verdad tiene tantas definiciones como científicos y filósofos se han ocupado de su estudio; sin embargo y no queriendo apartarme del terreno de lo práctico que antes invoco, me quiero referir a la verdad como elemento, antónimo de la mentira, perceptible y comprobable en nuestras relaciones más cotidianas.

En cualquier caso ya tenemos ante nosotros el meollo de la cuestión: «La verdad como posible motor de la economía». Si las evaluaciones económicas y empresariales y las contabilidades públicas y privadas se ajustasen a la verdad estoy seguro de que muchos de los resultados económicos que se suelen presentar en la actualidad no se parecerían nada a la realidad. Y si los políticos no hubieran ocultado también la realidad en muchas ocasiones, las administraciones públicas habrían aplicado, en tiempo y forma, medidas correctoras para conseguir un final menos oneroso del que nos asola. Los auditores de cuentas estamos obligados en nuestros informes a señalar si las cuentas que hemos examinado reflejan la «imagen fiel». Es lo que podríamos definir como un certificado de la verdad. Esa es la verdad que debería imperar para la buena marcha económica, con auditorías o sin ellas. Todos deberían presentar sus cuentas ajustadas a la realidad y todos deberían responder por sus prácticas engañosas. ¡Hay que poner en valor a la verdad! ¡Ojalá se consiga algún día!

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