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sol921

Córdoba / CAL Y ARENA

El peligro de agacharse

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En la final de la Copa del Rey me consideré ofendido como ciudadano por todo lo que ha pasado

Día 29/05/2012 - 08.30h

Supongo que usted estará ya más que harto de todo lo dicho sobre la final de la Copa del Rey. Yo lo estoy igual que usted, por lo que voy simplemente a darle mi opinión no sobre el suceso sino sobre los comentarios al mismo después de haber leído y oído tantas y tan variopintas opiniones. Todas, menos algunas excepciones valerosas, entre ellas la de Esperanza Aguirre, adolecen de un mismo defecto: tratan al partido como evento deportivo. Pero no lo fue: fue netamente político, desde varias semanas antes de que tuviera lugar, hasta hoy y lo que quede. ¿Acaso no comenzó con la intervención de varios separatistas en el mismísimo Congreso de los Diputados? No existe nada similar en ningún otro país en todo el mundo. Quien diga que sólo fue un partido de fútbol o bien nos considera más tontos de lo que somos o él es más cobarde de lo que parece.

Un inciso. En la reunión fundacional de «Presencia Cristiana» en Córdoba se hablaba sobre los insultos contra los cristianos. Alguien dijo: «No olvidemos de que a quien más se ofende es a Cristo», a lo que un asistente respondió: «Él sabe defenderse a sí mismo; si estoy aquí es porque quiero que se respete mi derecho a ser cristiano y a manifestarlo sin que me insulten por ello. Estoy aquí por mis derechos como ciudadano».

Y también estoy en contra de la beatería civil de los que dicen «ha sido un partido». Me considero ofendido como ciudadano por todo lo que ha pasado, por lo que se hizo antes, en, y después del acto, y mucho más ofendido por la actitud de nuestros «representantes» y opinadores varios que por la de la caterva de nazis xenófobos que nos insultaron con total complacencia de unos y otros. Disfrutaron mucho más con el insulto, y no tienen más que releer las manifestaciones posteriores de peneuvistas y catalanistas al respecto. Y ya saben cómo organizar «partidos» así cuando les convenga.

Hay opiniones curiosas. «El fútbol no me dice nada», como si lo ocurrido tuviera que ver con el deporte. «Una pitada dura lo que duran los pitos»; esta es verdaderamente necia: un puñetazo dura un milisegundo y se termina en el juzgado; y que le digan a un torero si una pitada dura lo que los pitos. «No ofende quien quiere…» Falso: claro que ofende quien quiere, sobre todo si puede hacerlo impunemente y sabe que el ofendido agachará la cabecita.

«La pitada fue libertad de expresión». Esto me permite a partir de ahora responderle a los que me digan «facha» por llevar la bandera española y ponerla en mi casa en las festividades y, ahora, durante el campeonato europeo; en aras de la libertad de expresión y con la sonrisa en los labios, diré con expresión cervantina: «¡hideputa!», y por si no lo entiende, se lo diré castizamente, procurando ser correcto en el uso del género gramatical: «hijoputa».

¿Qué eso va contra la convivencia…? No hemos sido los españoles los que la hemos roto; simplemente, estamos aprendiendo a «convivir» con nazis en las gradas y cobardes en palcos y covachuelas. Cobardes a los que convendría recordarles otra expresión bien castiza: «Cuanto más se agacha uno, más se le ve el culo…»

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