Un artículo de opinión puede ir a veces a contranatura del oficio del periodista, que por definición tiene pocas respuestas y sí muchas preguntas que gusta hacer a quien tiene voz y autoridad para responderlas. Claro está que tiene uno que saber a quién le pone la grabadora o le da titulares a cuatro columnas, pero por lo general el buen redactor debe aportar luz a la realidad con la mesurada reflexión propia, siempre con los datos en la mano, o, las más de las veces, con la argumentación bien ponderada de quien proceda.
Al escribir opinión, el periodista corre el riesgo de convertirse en profeta iracundo que anuncia calamidades, en sibila de Delfos listilla que profetiza con listeza sobrada, en animadora faldicorta y con pompones que agasaje al poder o en banal portera chismosa que entre líneas saque trapos sucios para deslumbrar el lector con rumores que de paso se libra de tener que contrastar. A mí me gusta, sin embargo, que el artículo tenga más de duda que de certeza, más incógnitas que aseveraciones incontestables; que se acerque a la realidad no con la soberbia del que cree saber todas las cosas, sino con la cautela de quien quiere compartir inquietudes.
Por eso, al escribir sobre la Catedral de Córdoba (antigua basílica de San Vicente), todo lo que se me viene a la cabeza son preguntas. ¿Por qué siempre dan la tabarra con el rezo compartido en la antes Mezquita de Córdoba y no en otros templos con padre musulmán como, verbigracia, las hoy catedrales góticas de Toledo y Sevilla? Esta última tiene hasta la torre almohade y sólo habría que despojarla del campanario y de la injustificable alegoría del triunfo de la fe cristiana.
¿Llegará un día en que la cantinela de las tres culturas sea tan decorativa como el salmorejo o el pastel cordobés? ¿Por qué este PSOE que es tan laico y presume de no tener cuentas con las religiones quiere ponerle una alfombra roja al Islam para rezar con los cristianos? ¿Por qué lo piden con furia los ateos y anticlericales? ¿Por qué la Junta Islámica sigue con el perrerón de la Catedral y los musulmanes de aquí rezan en su Mezquita Almorabito sin querer meterse en más jardines que los de Colón? ¿Es compatible firmar un manifiesto contra una lapidación en Irán y ponerse a favor de los sospechosos musulmanes que vinieron a provocar el Miércoles Santo? Cuando una religión contesta a las ofensas amenzando con la muerte y otra no, aquellos que parece que no quieren darse cuenta, ¿nos toman por tontos?
Ítem más. Si la Iglesia defiende la cristiandad de la Catedral, ¿cómo es que hay quien pone tantas zancadillas a las cofradías y da largas a que se abra de una vez la segunda puerta? ¿Acaso prefieren los turistas de chancleta y tirantes a las hermandades que vienen a dar testimonio de fe con imágenes de Cristo y de María? ¿Cómo es que el mismo arquitecto que querría extirpar todo lo cristiano de la Catedral como si fuera un quiste seboso, aunque lleve ahí más de cuatro siglos, pide que mimen las celosías que puso su padre hace cosa de treinta años? Y ya puestos, todos estos apolojetas (sic) del rezo mirando a La Meca, ¿se harán franquistas para recuperar el proyecto del Generalísimo de arrancar la Catedral de la Mezquita y entregar ésta a la Guardia Mora?




