Este verano se han cumplido treinta años de la compra del Palacio de Viana por la Caja Provincial de Ahorros y hoy, 31 de octubre, veintinueve de su apertura al público como museo y espacio de doce patios y un jardín. La penúltima fase de la historia de la Casa de las Rejas de don Gome, propiedad de los Villaseca hasta 1875 y de los Viana desde entonces, va unida a la personalidad de Sofía de Lancaster y Bleck, marquesa de Viana.
Entre 1918 y 1925, José Saavedra, segundo Viana y amigo de Alfonso XIII, acondicionó su mansión cordobesa como museo, adquiriendo, además, ricas colecciones de pinturas, azulejos y cueros, mostrándolo a visitas turísticas. El histórico y elegante edificio tomaba así una nueva dimensión añadida a la de residencia nobiliaria. A su muerte en 1927 le sucedió su hijo Fausto (1902-1980), quien delegó el cuidado del palacio en su esposa.
Sofía era portuguesa, nació en 1904 hija de los condes de Lousao y conoció a Fausto en los veraneos en Biarritz. El matrimonio se celebró en diciembre de 1929 en la hacienda de Moratalla. Ella heredó de su suegro el aprecio por el palacio, a quien dedicó la máxima atención. A principios de los cincuenta ofreció que si el Estado compraba a los marqueses su palacio de Madrid (arrendado desde 1939 por Asuntos Exteriores) traerían a Córdoba todos los cuadros, vajillas, tapices, armas, mobiliario y otras obras de arte que allí se encontraban.
La compra se efectuó en 1955, así como la salida de la Yeguada Militar de Moratalla. Los marqueses costearon de su bolsillo el aspecto que hoy tiene el Palacio de Viana y la ciudad, agradecida, les concedió en 1962 la Medalla de Oro. Sofía, sin hijos, tenía gran interés en que esta obra no se deshiciese y el alcalde Antonio Cruz Conde le hizo notar la conveniencia de cederlo a la ciudad creando un Patronato que lo mantuviese, con cesión gratuita a la muerte de los marqueses.
Las conversaciones iban bien hasta que un incidente causado por la negativa del Gobierno a abonar justamente a los marqueses de Viana el dinero prestado por éstos al bando de Franco en la guerra, las encalló. El Estado no puso ya mayor interés en entrar en la operación del palacio y Sofía perdió toda su ilusión por él, proponiéndose venderlo, incluyendo un anuncio en 1978 en la prensa francesa. En espera de comprador, tomó la decisión de comenzar a vender piezas sueltas, empezando por la plata.
En la madrugada del 3 de marzo de marzo de 1980 un camión de transporte aparcó a la puerta de Viana y la movilización ciudadana fue total, con una campaña donde destacaron los artículos de Francisco Solano Márquez. La marquesa fue advertida por las autoridades de que no se le permitiría tocar nada de cuanto hubiera en el Palacio. Sofía estaba sola y no hay que obviar el hecho de las expropiaciones sufridas por su familia en la Revolución de los Claveles.
Angustiada, buscó la mediación del ex alcalde Cruz Conde. Le confió que no cedería el palacio al Ayuntamiento, porque no le merecía confianza el Partido Comunista gobernante, pero sí a la Caja Provincial de Ahorros, vinculada a Diputación en esos momentos regida por UCD. Los representantes de la Caja, Manuel Santolalla y Cruz Conde, y la marquesa se citaron en el Hotel Ritz de Madrid. La generosa actitud de ella les llevó a conceder sólo una renta vitalicia anual de 20 millones de pesetas y garantizar el destino del Palacio como museo.
La venta formal tuvo lugar en Madrid el 2 de julio de 1980. El 31 de octubre de 1981 el Palacio se abrió al público, con motivo del Día Universal del Ahorro, en un acto presidido por el presidente del Senado, Cecilio Valverde. La Caja construyó luego otro patio, el de las Columnas. Para entonces, Sofía había fallecido en Biarritz en 1982. El Archivo Histórico que existía en el palacio, quedó al margen de la compra y no fue adquirido por Cajasur hasta el 2000.
