Las consecuencias psicológicas que acarrean un uso desmedido de las nuevas tecnologías están aún en estudio. Lo que sí conocen quienes tratan las adiciones de este tipo es que la persona altera su funcionamiento familiar, no se adapta a las normas y baja su rendimiento a nivel social.
Desde el Centro Provincial de Drogodependencia, su director, Luciano Cobos, asegura a ABC que una conducta adictiva a las nuevas tecnologías «deriva en una problemática en la que el individuo pone en riesgo a su propia persona, que puede acarrear el fracaso escolar y social, aunque en un periodo de tiempo amplio».
Este tipo de alteraciones psicológicas se produce en un contexto determinado, afirma Cobos, «que hace que la persona tenga unos comportamientos especiales, hasta que pase a valorar cuál es la realidad», es decir, a darse cuenta de lo que le está pasando.
En el caso de los jóvenes, el uso masivo y descontrolado de las nuevas tecnologías, como adicción al móvil o a internet, puede venir de forma conjunta con otras adiciones como el consumo de cannabis, lo que puede acabar en una situación de trastorno.
Prevalencia baja
De hecho, Luciano Cobos explica que de forma general la prevalencia de estas adiciones es muy baja, en torno al 0,18 por ciento de la población, sobre todo joven. El problema, que parece incipiente, se viene detectando en los últimos 5 o 6 años; desde entonces, el Centro Provincial de Drogodependencias del Instituto Provincial de Bienestar Social de la Diputación de Córdoba trata en torno a seis jóvenes cada año, sin que la cifra pueda ser considerada de alarmante.
Esto puede deberse, según Cobos, «a que pueda haber una mayor racionalización en el uso de estos dispositivos, aunque sus consecuencias son a largo plazo».
El problema es «incipiente, está poco estudiado y las hipótesis de trabajo no están confirmadas, no conocemos su evolución ni en cuánto tiempo se manifiestan», reconoce Cobos. No es como la atención al alcohol u otro tipo de drogas, legales o ilegales, en las que se conoce el tratamiento exacto y su evolución, concluye este experto.
La consulta del psicólogo
Por su parte, desde un punto de vista médico, Magdalena Fernández, psicóloga clínica experta en conductas adictivas, confirma que no son muchos los menores que se «enganchan» a las nuevas tecnologías.
En su trabajo diario con problemas de jóvenes, Fernández asegura que «es verdad que algunos adultos no saben qué hace el niño cuando está en internet». En las encuentas, sin embargo, sí se pone de manifiesto que los menores piensan que sus padres no saben los sitios que frecuenta en la red, pero esto es erróneo. Esta psicóloga cree que esto se debe más «a la percepción del niño de no saber que su padre sí está al tanto».
En nuestro gabinete psicológico, asegura Magdalena Fernández, «concienciamos a los padres para que controlen sin ser detectados«. «A los adolescentes, que son muy individualistas no les gustan que sean controlados», añade.
Los síntomas de alarma para Fernández son cuando se reducen otro tipo de actividades del menor, por ejemplo si está en un club deportivo y no va a jugar al fútbol y se queda enganchado a alguna red social, con lo que sería su principal alternativa de ocio. Este extremo le preocupa más que las horas que puedan echar en el ordenador, que sí es un indicativo de en qué invierten el tiempo libre que tienen.




