Córdoba

Córdoba / lugares comunes, Relojería Suiza

El «Springer» de Baroja

El reloj de pesas que en 1900 montó el joven Herman Piaget no ha parado de funcionar en el número 17 de Claudio Marcelo

Día 13/12/2010 - 08.50h
En el número 1 de la antigua plaza de Las Tendillas, el suizo-italiano Augusto Campicci inauguró la primera Relojería Suiza de Córdoba. Era un experto relojero que buscaba en España ciudades donde instalar su negocio. A Córdoba llegaría como uno de los primeros viajeros del nuevo tren que conectaba la ciudad de la Mezquita con Madrid a finales del siglo XIX. La ciudad le enamoró y se quedó en ella. El cronista de la Ciudad Miguel Salcedo Hierro en una de sus crónicas de la ciudad recordaba la historia de la Relojería Suiza que comenzó sobre 1868. Este local abrió a unos 15 o 20 metros de la actual heladería de David Rico donde se mantuvo hasta mediados del siglo XX, cuando la casa fue demolida.
Campicci estuvo al frente del local hasta el final de sus días, cuando, cansado y sin hijos decidió volver a Suiza. Allí logró convencer a su sobrino Herman Piaget Drox para traerlo a Córdoba. En poco tiempo, el joven Piaget demostró su valía como comerciante, y no dudaba en ir cargado de relojes en sus bolsillos hasta la bulliciosa estación de ferrocaril para captar clientes.
Además, fue un extraordinario relojero de la que dejó constancia en un viejo reloj de pesas que no ha fallado ni un solo día en el número 17 de la calle Claudio Marcelo.
Al poco tiempo, su tío le cedió el negocio y él se retiró a Suiza. Fue el momento en que Piaget se trasladó con su esposa suiza y sus tres hijos a Córdoba. Sin embargo, la mujer no se adaptó a esta tierra y pronto decidió regresar a su país natal con sus dos hijos pequeños. El mayor decidió instalarse en Córdoba con su padre, atraído más que por la relojería y el negocio por las fiestas, los toros y las romerías. Herman Jr. se codeaba con la flor y nata de la sociedad cordobesa de entonces. Alto, bien parecido y educado, este joven era recibido bien en todas las familias. De hecho, entre sus amistades más cercanas estaba la del joven Pío Baroja, que estuvo residiendo en Córdoba sobre 1904 para reponerse de una enfermedad. Tanto intimaron que Baroja lo convirtió en uno de sus personajes en la «Feria de los Discretos» aunque bajo el seudónimo de «Springer», que significa el hijo del relojero suizo. Sin embargo, su apodo en Córdoba era otro, «el loco dios».
Al morir su padre, vendió el negocio a su hermano que regresaba de Suiza cada verano para pasar unos días en el Puerto de Santa María junto a su esposa. Este joven matrimonio formado por Máximo Piaget y su esposa Noemí Willwermet siguió adelante con el negocio de Claudio Marcelo con los mejores clientes de Córdoba, que figuraban en un libro escrito en francés y que aún guardan celosamente en el local. Esta familia continuó el negocio hasta que en los 80 los hermanos y relojeros José y Rafael Velasco Bonilla cogieron las riendas de este negocio que mantiene intacto su mobiliario, sus lámparas de araña y el suelo en mosaico. Continúan haciendo composturas en oro y plata y cuentan con las mejores máquinas suizas como Patek Philippe, Omega, Longuines o Universal.
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