F.M.
El propietario de Toro Albalá, Antonio Sánchez, en las bodegas
Como aquellos intrépidos argonautas que se embarcaron en la búsqueda del vellocino de oro, o los no menos temerarios buscadores de pepitas en el lejano Oeste americano, el director de exportación de bodegas Toro Albalá, Antonio Sorgato, ha recorrido en coche más de 32.000 kilómetros por siete países europeos para abrir nuevos mercados a sus productos.
Como él mismo explicó a ABC, «me di cuenta este año de que había que cambiar el método de búsqueda de clientes y volver al sistema de “Bonanza”, es decir, ir con tu maletín en la mano a visitar a los clientes, uno a uno, pero esto también es muy caro y las empresas no están para asumir tal coste».
Así que se le ocurrió alquilar durante tres meses un piso en Bruselas, que convirtió en un centro de operaciones desde donde irradiar su experimento comercial a Francia, Holanda, Alemania, Polonia, Suiza, Italia y la propia Bélgica.
Fueron tres meses duros, en los que realizó más de 32 catas, degustaciones y exposiciones de los inigualables caldos de Toro Albalá a nuevos importadores de esos países, pero la experiencia resultó plenamente satisfactoria. «Su repercusión en el consumidor ha sido totalmente positiva, una bola de nieve que llegó a convertirse en verdadero un alud porque la persona que probó nuestro PX lo comentó a otros cinco amigos, que a su vez lo iban probando, y así sucesivamente».
La mejor recompensa a su esfuerzo la obtuvo al lograr interesar a más de una docena de nuevos importadores en los vinos de las bodegas Toro Albalá.
Antonio Sorgato se mostró convencido de que las bondades del viejo boca a boca nunca fallan frente a la venta por correo electrónico que se ha ido imponiendo, «pues es un sistema frío y sin resultados en la actualidad, porque hoy un comprador no mira los correos que recibe, salvo los de sus contactos, con lo que suele alojar tus correos en “spam” y, al final, eres tú el que pierde el tiempo».
Cómo él mismo subrayaba, todo consiste en una relación más estrecha con el potencial cliente, «darle la mano, sonreír y crear un contacto humano que nos permita conocer a quién vendemos».
