Bruselas ha aprobado la inclusión del aceite de oliva de la Denominación de Origen Montoro-Adamuz entre los alimentos europeos de calidad. Así se hizo efectivo tras la reciente publicación del Reglamento 1215/2010 de la Comisión, por la que se inscribe la marca de calidad cordobesa en el registro de Denominaciones de Origen Protegidas y de Indicaciones Geográficas Protegidas.
Y es que esta noticia ha sido la guinda a un pastel que ha tenido serias dificultades de hornearse durante los últimos 14 años. El último impulso previo a esta ratificación llegó gracias al trabajo ejecutado por el Grupo de Desarrollo Rural Sierra Morena Cordobesa junto con las almazaras, cooperativas y el Grupo Hojiblanca, logrando aglutinar la producción bajo una misma marca de calidad.
En este sentido, el reglamento «reconoce las magníficas cualidades del aceite Montoro-Adamuz», según afirmó a ABC, Francisco Terán, presidente del Consejo Regulador. En concreto, un total de 55.000 Hectáreas de olivar de sierra, miles de ellos centenarios, que han sido reconocidos por su calidad, su alto contenido en polifenoles y la gran estabilidad de sus aceites. Precisamente, su alto contenido en polifenoles —agentes antioxidantes naturales— le confieren unas cualidades únicas y extraordinarias, muy beneficiosas para la salud frente a la inflamación, la trombosis y otras enfermedades como la arteriosclerosis o la hipertensión arterial, combatiendo el riesgo cardiovascular.
Ubicados al norte del Guadalquivir, los olivares amparados en la Denominación se remontan a la época romana. Ya por entonces, el aceite, cuando se le denominaba «aceites de la Bética», se trasladaba hacia Roma, a través del entonces navegable río.
Los aceites de esta marca, que ampara a los términos de Adamuz, Montoro, Espiel, Hornachuelos, Obejo, Villaharta, Villanueva del Rey y Villaviciosa, están basados en la variedad picual y la autóctona nevadillo negro. Son grasas resultado de la interacción entre el medio geográfico, excelentemente conservado, y el factor humano, con técnicas de cultivo tradicionales y respetuosas con el medio ambiente. Por ello, se siguen usando prácticas tradicionales de cultivo, intentando evitar la erosión con técnicas de no laboreo y el mantenimiento de cubiertas vegetales espontáneas en la superficie no ocupada.