Córdoba

sol921

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«Sin red de protección»

En pleno siglo XXI, trabajar a siete metros de altura, vivir en una caravana y ser feliz es posible. Así le ocurre a César en el Circo Coliseo

Día 09/01/2011
EL circo reúne entretenimiento, magia, aventura y diversión. Los artistas que lo componen y le dan vida desafían las leyes y convenciones sólo para arrancar sonrisas y miradas de admiración. Los trapecistas constituyen una de las actuaciones más clásicas del circo.
—¿Cómo fue su primer día en el trapecio?
—Muy malo. Tenía 19 años y esa noche me temblaban las piernas aunque no me equivoqué en ninguno de mis ejercicios. Cuando terminó el número y regresé al camerino fue como si me quitasen una losa de encima. Al segundo día también andaba intranquilo, pero ya menos. Con el tiempo, vas acostumbrándote al ruido, las luces y al público y lo único que deseas es subir cuanto antes al trapecio para que empiece el espectáculo.
—¿Qué es lo que nunca se debe hacer en un trapecio?
—Perder la concentración. Si te distraes tienes muchas posibilidades de resultar herido. Todos los movimientos que hacemos los hemos repetido antes centenares de veces para lograr así que salgan de manera natural pero no puedes despistarte con nada. Los errores en el trapecio se pagan caros y más si trabajas sin red de protección a siete metros de altura.
—¿No lleva usted ni siquiera un arnés de seguridad?
—No me gustan. Cuando sabes que vas protegido no trabajas con la misma concentración y las caídas entonces son más frecuentes. Pero si no tienes nada debajo, salvo tus manos y la habilidad que has adquirido, no cometes ningún fallo.
—¿Nunca se ha caído del trapecio?
—Sí, en los ensayos. Por fortuna sin consecuencias graves. Algunos trapecistas, cuando caen, cogen miedo y ya no pueden dedicarse a esto. Lo mejor es volver cuanto antes al trapecio. Sin pensarlo siquiera. Subir de nuevo y enfrentarte al mismo ejercicio en el que cometiste el error. Si dejas pasar los días, si empiezas a considerar el riesgo al que te enfrentas…no vuelves a intentarlo jamás.
—¿Por qué es usted trapecista?
—Es mi sueño desde que era un niño. Puedo decir con orgullo que me dedico a lo que más me gusta en esta vida.
—¿Quién le enseñó el oficio?
—Tradicionalmente la única forma de aprendizaje que teníamos los artistas de circo era la de un padre transmitiéndole a sus hijos lo que a él le había enseñado antes su propio padre. Pertenezco a una generación de artistas de circo. Ya mi bisabuelo viajaba con la carpa de pueblo a pueblo y recorriendo el mundo.
—¿Qué valores deben tener las gentes del circo?
—Los mismos que cualquier persona. Idénticos a los de cualquier otro gremio. Entrega total en lo que haces, disciplina, imaginación y respeto.
—¿Qué es el trapecio?
—Arte, deporte y juego. Nuestra mejor recompensa es siempre el aplauso del público. La primera vez que escuchas una ovación ya no se te olvida. En el trapecio siento que estoy haciendo aquello para lo que he nacido y creo que, en ese sentido, soy un privilegiado porque no todo el mundo puede decir lo mismo. En el trapecio, cada noche, me siento en paz, a gusto y libre.
—¿Cómo sabe el trapecista que debe dejar el oficio?
—En el instante en que empiezan a faltar las condiciones físicas. Yo lo sabré el día en que no pueda mantenerme sujeto al trapecio con una sola mano. En realidad es una vida muy parecida a la de los atletas.
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