En las postrimerías del siglo XIX las farmacias eran auténticos laboratorios de sustancias y alquimias. Los compuestos farmacéuticos se encontraban en forma de emplastos, pomadas, trosiscos, ungüentos, vinos o tinturas elaborados en la propia botica. Este panorama es el que presentaba hasta mediados de los años 50 la farmacia que Enrique Villegas Montesinos fundó en el número 12 de la plaza de la Almagra frente a la ermita del Socorro. En su rebotica conservaba los alambiques, hornos fijos, balanzas, morteros, matrace, retortas o cacerolas. La farmacia de los Villegas, como estos establecimientos de la época, tenían además de botica y rebotica otras dependencias para cocina, despensa, herbario y laboratorio. Precisamente, la rebotica se convirtió en una sala de tertulianos ilustres de la época, amigos de Enrique Villegas que acababan, por lo general, en el Círculo de la Amistad.
La propietaria actual de la botica Mercedes Bustos de Abajo desde 1991 ha sabido respetar el sabor decimonónico, conserva intacto el mobiliario de estilo modernista con una gran mesa central con relieve en el frontal con las iniciales E.V. de Enrique Villegas, su fundador. Las estanterías están artísticamente decoradas por el ebanista Francisco Osuna y en los anaqueles centrales están expuestos los originarios albarelos o botes de cerámica fabricados en París, con el nombre de la sustancia que contiene. El techo está decorado con un óleo sobre lienzo de Rafael Cruz que representa una mujer con la copa y la serpiente, símbolo de la farmacia, en una mano y en la otra una corona de laurel.
Esta descripción aparece en una de las publicaciones del Colegio Oficial de Médicos de Córdoba, realizada por Felipe Toledo, donde se traza, además, un perfil de la familia Villegas por su ligazón con la sanidad y la farmacología. Los anaqueles centrales, según recoge el Colegio de Médicos, guardan una rica colección de albarelos delicadamente grabados para las distintas sustancias simples que especifican, todos ellos sellados en la base, con el lugar de origen: Viguier Far. París. El botamen restante, todo de cristal, se cubre con tapón y soporte biselado. Llevan el etiquetado en papel con indicación del contenido. Otro de los elementos que hacían única esta botica era la máquina registradora marca National. En estos trazos, Toledo recuerda que, desde finales del siglo XIX hasta nuestros días, cinco generaciones de Villegas han desempeñado su actividad sanitaria en nuestra ciudad, con períodos en que hasta seis de ellos simultaneaban la profesión. Dos fueron presidentes del Colegio de Médicos, Enrique Villegas Rodríguez, en el bienio 1895-1897, que aunque era farmacéutico presidió el primer Colegio Médico-Farmacéutico, y su hijo Manuel Villegas Montesinos, que lo fue durante dos meses en 1920. Fue precisamente este Villegas el último de la saga en conservar la botica de La Almagra hasta pasar a Bustos de Abajo.