El año pasado fue el primero, desde 1976, en que la revista «Alto Guadalquivir» faltó a su cita con los cofrades en las vísperas de Semana Santa. Durante los 34 años anteriores, un número fijo anual y, ocasionalmente, algunos especiales dieron ilustración y acompañamiento cultural a la celebración procesional.
Editada por el Monte de Piedad y Caja de Ahorros de Córdoba —el nombre comercial de Cajasur fue muy posterior—, la revista era en sus orígenes una publicación dedicada a Córdoba y Jaén, donde la entidad concentraba sus oficinas. Hasta 1975 se publicó «Patio Cordobés», una iniciativa del recordado Antonio Bejarano Nieto que, en Semana Santa, lanzaba un número especial patrocinado por la citada Caja. En junio de ese año, llegó Rafael Zafra a la presidencia de la Agrupación de Cofradías, y ya al año siguiente coincidieron la desaparición de «Patio Cordobés» y la decisión de la entidad de ahorro de dedicar a la Semana Santa su propia revista.
Muy modesta en sus inicios, la publicación fue espléndidamente recibida por los cofrades. Periodistas ya curtidos en diversas labores dieron forma y contenido a la revista en sus primeros años; en sus textos se informaba de las actividades y proyectos de la Agrupación de Cofradías y se incluían artículos de tema histórico, cultural, artístico o devocional de las más variadas firmas: sacerdotes, pregoneros, periodistas… Fue la primera publicación con temas directamente de opinión sobre las cofradías, y no faltó en alguna ocasión la polémica.
La revista creció gradualmente, y alcanzó a finales de los años 80 su época de mayor esplendor, con Luis Palacios Bañuelos como responsable de la Obra Social y Cultural. Cada año subía el número de páginas, aumentaban las ilustraciones a color, se extendía el contenido a la Semana Santa de la provincia y su llegada se esperaba con ansiedad en las oficinas: siempre fue gratuita y se repartía de forma exclusiva, por tanto, en las sucursales de la caja. El crecimiento hizo que se ampliara su difusión, creándose números monográficos dedicados a las cofradías de Jaén, Granada o Almería.
Decadencia
Pero al mismo tiempo que crecía se iba desgajando de su origen: la Agrupación de Cofradías no sólo dejó de ser invitada a participar en su preparación, sino que iba quedando relegada en la información; apenas un artículo del presidente de turno daba constancia de la existencia del organismo cofradiero. Por esas mismas fechas, Cuaresma de 1988, había empezado a publicarse la revista de la propia Agrupación, «Córdoba cofrade», que desde 1989 edita un número especial, muy amplio, con abundantes datos, informaciones y fotografías sobre las hermandades de la capital.
El contenido misceláneo —historia, arte, devoción, antropología, versos...— y la apertura a colaboradores espontáneos fue su principal atractivo: la unión de textos cortos, temas variados y diseño ágil, aunque cambiante con excesiva frecuencia, hacía llevadera y amena su lectura. Sin embargo, no fue así durante toda su trayectoria: el año 1998 pone punto final a esta etapa, como podrá comprobar cualquiera que posea la colección (por cierto, ni siquiera la propia Fundación Cajasur tiene en sus archivos la colección completa en papel).
En 1999 le entran a la revista, o mejor dicho a sus entonces responsables —la citada Obra Social y Cultural de Cajasur, mandada a la sazón por José Eduardo Huertas— unas ínfulas «teológicas» que empiezan a degradarla; la inminencia del Año Jubilar hace que los números de 1999 y 2000 se dediquen en exclusiva al gran acontecimiento, haciendo malabares para insertar tan pastoral objetivo con la realidad de las cofradías y sobre todo con las expectativas de los lectores.
Quizá fue en el Año Jubilar 2000 cuando la revista tocó fondo, en paralelo (es de suponer que casual) con la propia Agrupación de Cofradías. A partir de este año empezó a ser posible ver, meses después de Semana Santa, montones de revistas apiladas en las oficinas de la entidad, que ya no eran recogidas por los seguidores con la urgencia de los mejores tiempos.
Siguió la decadencia hasta su final, quizá de forma similar a la propia caja que la patrocinaba. Ya en el nuevo milenio, abandonó completamente la conexión informativa con las cofradías y la Semana Santa in-mediata para adquirir pretensiones pseudoenciclopédicas, que al lector habitual de la revista, habituado a textos breves, se le hacían insoportables. El último número se publicó en 2009, y sus intenciones esta vez fueron pretendidamente «literarias». Se abrió el abanico a colaboradores que en gran parte no eran especialistas ni conocedores de la Semana Santa, y que rayaban en alguno de sus textos en la trivialización o la falta de respeto. «Alto Guadalquivir» había consumado su suicidio.




