Después de ocho meses de protestas y con la Ley de Reordenación del Sector Público aprobada, cabría esperar que el pesimismo debería dominar el ánimo de los empleados de la Junta; sin embargo, el ambiente que emanaba ayer de la manifestación apuntaba hacia todo lo contrario. «Tenemos el apoyo de los ciudadanos y a los colegios profesionales de nuestro lado», indicaban fuentes de la organización, que añadieron que «por eso, debemos de seguir luchando, porque está en juego nuestro futuro».
Más razones empujaban a los asistentes a soplar sus silbatos con fuerza. «La ley, la dignidad y la razón están de nuestra parte. El Tribunal Superior de Justicia de Andalucía está tumbando paulatinamente las encomiendas de gestión. Hace escasos días, lo hizo con los estatutos de la Agencia Tributaria de Andalucía, haciendo hincapié en la huida del derecho administrativo que pretenden estas entidades y el peligro que representan para las garantías de los ciudadanos».
En este sentido, añadieron que «ellos siguen teniendo el poder, pero un poder debilitado por la corrupción, la mediocridad, los escándalos, el favoritismo y el despilfarro que han hecho del dinero público».
Por eso, desde la organización se reconoció a «aquellos compañeros y compañeras que están plantando cara en las calles a los “politicuchos” del tres al cuarto que nos gobiernan, a estos sátrapas del siglo XXI que se ahogan en su propia vanidad e ignorancia».
«No se saldrán con la suya»
Cuando la concentración se dispersó, las terrazas de los bares del Centro se tiñieron de naranja, porque fueron pocos los empleados públicos que se desprendieron de la prenda. Desde la Judería, hasta las Tendillas, pasando por La Corredera, los funcionarios pasaron de las vuvucelas a las tapas, pensando en la próxima concentración. «No nos vamos a rendir. Eso es lo que la Junta quiere, pero no van a conseguir que paremos. Estamos dispuesto a hacer lo que sea necesario para lograr que se derogue la ley», indicó uno de los manifestantes, todavía exaltado, mientras tomaba un refrigerio en la plaza de Las Cañas. «No pueden ni vamos a dejar que se salgan con la suya», sentenció.
