La «Letro» vuelve a ser noticia. Y, como muchas veces en las últimas décadas, no son buenas nuevas. La multinacional KME quiere cerrar Locsa, que tiene 117 trabajadores —30 de ellos en situación de jubilación parcial— y elabora a partir de su fundición laminados de cobre y zinc. Es una de las tres grandes firmas del polo del cobre cordobés, el pequeño «heredero» de lo que un día fue un gigante industrial, que, cuentan quienes trabajaron allí, llegó a emplear a más de 5.000 personas.
Todo arrancó en 1917 con la constitución en la capital de la Sociedad Española de Construcciones Electromecánicas (Secem), dedicada al cobre. Tras años de esplendor, llegó su declive y, a finales de los 80, arribó la firma finlandesa Outokumpu, que acabó haciéndose con el cien por cien de lo que había sido Secem. Dividió la gran factoría en secciones empresariales, con lo que ya fueron tomando forma lo que después serían Locsa —entonces, el departamento de laminados—, Peninsular del Latón y Cunext Copper. Fue en 1992 cuando Outokumpu se alió con la multinacional KME y nació Locsa como tal. Y en 2004, la citada KME se quedó toda la planta de laminados.
A Rafael Castro no hace falta que le cuenten esta historia, porque él la ha vivido. Ahora tiene 66 años, pero le prejubilaron en Locsa a los 51. Llegó a la «Electro» en 1957, a su escuela de aprendices, con 13 años. Y aproximadamente en 1980 lo destinaron a la sección de laminados. La mejor época de ese área de actividad, a su juicio, fue con Outokumpu: «Al hacerse grupos la empresa matriz, la gente le llamaba la joya de la corona. Los trabajadores hablaban de que esto los laminados era lo que tenía más porvenir. Y es lo que ha quebrado».
Sobre el anuncio del cierre, advierte de que «al final esto se veía venir. No podía ser que con 50 años echaran personal. A mí me prejubilaron con 51 años, obligado». Cree que es una «pena que Córdoba se esté quedando sin industria». «Había que luchar más por esto», lamenta. Y da ejemplo. Sin ir más lejos, ayer, fue a la concentración en Gran Capitán exigiendo que la planta no se cierre.
Lo mismo que Juan González, ex trabajador de esta firma. En diciembre, con 58 años, le despidieron tras toda una vida en el polo del cobre. Había accedido en 1966 con 14 años a la escuela de aprendices de la «Electro». Pasó al laminado en 1991 cuando aún era de Outokumpu. Asegura que empezó a notar dificultades en lo que ya era Locsa a partir de hace dos o tres años. Hasta entonces, explica, «todo estaba bien. En 2008 y 2009 es cuando empezó la crisis y comenzaron las cosas a fallar».
Un polo clave
Se le nota la desazón por ver que su despido y el de otros compañeros —los sindicatos denuncian unas 40 bajas desde noviembre— no han servido para mantener la actividad. Está en contra del cierre: «Te duele. Es que a los jóvenes los has visto entrar en la empresa y es como si fueran hijos tuyos». De hecho, él asiste a las protestas. Así, Juan se saluda en la manifestación de Gran Capitán con Cayetano Gamez, que desarrolló casi toda su vida laboral en laminados: de Secem a Outokumpu, pues fue la firma finlandesa la que le prejubiló a los 52.
Además, su padre trabajó en la «Electro» y su hijo es empleado de Locsa. Entró en lo que entonces era un gigante industrial con 14 años y un lustro después, a comienzos de los sesenta, pasó ya a laminados. La época en la que recuerda que hubiera más personal trabajando allí era cuando aún era de Secem: «Había 400 obreros. Es que era todo a base de pulmón, de carretilla, coger muchos kilos... Todo era manual. Era un trabajo muy duro. Luego fue mejorando».
De vuelta al presente, para él, los motivos que mueven a KME es que «compró la planta para quitar todos los pedidos. La forma de fabricar nuestra es mejor que la de Alemania donde tiene otra fábrica esta multinacional. Se ha llevado todos los pedidos y ahora la quiere cerrar».
Confiesa «tener miedo» de que KME la acabe desmantelando. Aunque él cree que el alcance de que Locsa desapareciera trasciende a su plantilla: «Es importantísimo para Córdoba que no se pierda, porque, si no, nos vamos a ir quedando sin la poca industria que nos queda».
No en vano, el polo del cobre, situado en lo que fue la antigua Secem, es una pieza fundamental de la economía cordobesa. Las tres empresas que se asientan allí —además de Locsa, Cunext Copper y Peninsular de Latón— suman 388 puestos de trabajo. Además, generan una importante cantidad de empleos indirectos.
Estas tres firmas, junto a Atcosa, situada en el polígono de Quintos, son determinantes para las exportaciones cordobesas. El cobre y sus manufacturas suman ya un lustro como el principal capítulo de las ventas al exterior de la provincia. Por ejemplo, en 2010, supusieron el 39% de las exportaciones, con 604 millones.
POR B. LÓPEZ