Hagamos una fina raya en el mar de la campaña. Delgada, pero hagámosla. Intuimos que los partidos se han tomado en serio esto de la cultura. Pudiera parecer que jugándonos parte de la alforja con 2016 desentonaría mantener un discurso medio y olvidadizo como ha ocurrido en tiempos pretéritos. Empero, haciendo una lectura optimista, hay que profundizar algo más y las miras están puestas en multiplicar una estructura nuclear que siga impulsando una programación de nivel a lo largo del año y cerrar las infraestructuras a las que luego, amigo, hay que darle uso. Eso vale dinero, y entonces tendríamos que retomar la cuestión con el delegado de Hacienda de turno, y ahí pinchamos en hueso. Lo cierto es que se percibe un salto cualitativo en las propuestas, cuanto menos en el interés y la primacía jerárquica que puede ejercer la cultura, sin olvidar el eje central de los próximos cuatro años: austeridad y empleo.
Tanto PSOE como IU y PP se han encargado de dotar de forma y fondo esta apuesta estratégica en sus respectivos discursos. El PSOE, más allá del llamado bulevar de la cultura en el río Guadalquivir, mera chapa de marketing, sí ha repescado a una política con experiencia gestora en cultura en sus años en la Junta de Andalucía, como es Rafaela Valenzuela. En IU, a la que hay que reconocer el esfuerzo hecho en los últimos años por elevar el nivel de las actividades y preocuparse por los equipamientos al respecto (en eso sí es verdad que Andrés Ocaña tiene cierta sensibilidad), han tirado de una cara desconocida, como es el profesor de Estética de la Hispalense, Antonio Molina, luz en la gris candidatura del alcaldable de la coalición de izquierdas. Mantener el estatus de la gestión actual es su principal reto. Nieto, por su parte, ha apostado fuerte con la inclusión de Juan Miguel Moreno Calderón, brillante gestor más a pie de calle, de dilatada experiencia y mejor cerebro, y de nuestro querido articulista Juan José Primo Jurado, una clave para entender Córdoba. Lo de la «revolución cultural», a mi juicio, suena más a escudo protector contra las críticas que siempre, e injustamente, le lanzan desde la progresía al PP por aquello de que la cultura parece que tiene dueño en este país. En definitiva, debemos estar esperanzados, a priori. Más, si cabe, si logramos colgarnos la mención de 2016. Pero, luego, habrá que pasar de la teoría a la práctica.



