Día 23/07/2011 - 10.10h
El levantamiento popular de los madrileños el 2 de mayo de 1808 significó el comienzo de la guerra de la Independencia. Murat, máximo responsable de las tropas francesas en la península, pensó que con la represión de los días siguientes tenía controlada la situación, pero en Sevilla una denominada Junta Suprema de España e Indias trataba de organizar la resistencia de los ayuntamientos que, advertidos de lo ocurrido en Madrid, constituían Juntas Locales y declaraban la guerra a los franceses.
Murat ordenó al general Dupont marchar hacia el sur con el objetivo de ocupar Sevilla y sacar del puerto de Cádiz algunos barcos franceses anclados allí desde la derrota de Trafalgar (1804). Al frente de un ejército de 25.000 hombres cruzó Despeñaperros y siguiendo el curso del Guadalquivir llegó a Córdoba el 7 de junio, después de vencer a unas improvisadas milicias en el puente de Alcolea. Cuando entraba por la Puerta Nueva, el disparo de un francotirador alcanzó a su caballo; el atentado sirvió de pretexto para iniciar un saqueo que duró cuatro días. Se cometieron toda clase de robos, sacrilegios, atropellos y violaciones. Dupont permaneció en Córdoba, indeciso ante las noticias de que el general Castaños había levantado un ejército y que a sus espaldas el general Reding trataba de cortarle la retirada. En esas circunstancias tuvo noticias de que en Cádiz los barcos franceses, atacados desde las baterías de tierra, se habían rendido. El 16 de junio decidió replegarse lentamente a Andújar, temeroso de quedar aislado, y pidió refuerzos que le fueron enviados a las órdenes del general Vedel.
El 11 de julio Dupont se encontraba en Porcuna, la división de Vedel había penetrado en Andalucía y el general Castaños estaba ya en Córdoba. El día 15 las tropas de Reding avistaban los destacamentos de Vedel en los vados del Guadalquivir, cerca de Mengíbar y al día siguiente se produjo un primer enfrentamiento. Reding utilizó una parte mínima de sus soldados haciendo creer a los franceses que sus efectivos eran muy reducidos, por lo que Vedel envió parte de sus soldados a reforzar el ejército de Dupont, desprotegiendo el flanco sur. Fue entonces cuando Reding descargó toda su fuerza sobre las mermadas tropas de Vedel infligiéndoles una grave derrota, pero no se atrevió a marchar sobre Bailén.
Esa indecisión hizo pensar a los franceses que los españoles no presentarían batalla en Bailén, sino que su intención era cerrarles el paso en Despeñaperros. El general Dufour —segundo de Vedel—, sin consultarlo con Dupont, abandonó Bailén para controlar la salida hacia la Mancha. Mientras tanto Dupont, ordenaba al resto de las tropas de Vedel reunirse con las de Dufour, a quien creía en Bailén. Cuando llegaron allí marcharon hacia Despeñaperros y se asentaron en La Carolina y Santa Elena. Entonces Reding avanzó sobre Bailén cortando la retirada a Dupont, que en la noche del 19 de julio había salido de Andújar. Cuando sobre las 3 de la madrugada las primeras avanzadillas francesas llegaron a Bailén se encontraron con las tropas de Reding atrincheradas allí. Los franceses lanzaron un ataque sobre las líneas españolas que resistieron el envite y causaron numerosas bajas al enemigo. Al llegar Dupont a Bailén se encontró con que en lugar de las tropas de Vedel había una división española cerrándole el paso. Lanzó un nuevo ataque, pensando que los españoles no resistirían una segunda embestida, pero fue rechazado con graves pérdidas.
Avanzada la mañana y bajo un sol de justicia los franceses lanzaron un tercer ataque con sus mejores unidades —los coraceros y los dragones imperiales— que hizo vacilar el flanco izquierdo de la infantería española, pero la artillería obligó a la caballería francesa a retirarse de nuevo. El calor causaba estragos entre los franceses que carecían de agua y Dupont, sabiendo que Castaños se aproximaba, lanzó un ataque a la desesperada, pero las líneas españolas resistieron. El general francés, sabiéndose perdedor, ofreció negociaciones a Reding, quien exigió una rendición incondicional, incluidas las tropas de Vedel y Dufour.
Dupont vacilaba cuando sobre las tres de la tarde llegó Castaños. El ejército francés, encerrado en una bolsa, tuvo que claudicar. Se cuenta que un orgulloso Dupont entregó su espada a Castaños, diciéndole que era vencedora de cien combates. El español replicó con humildad que la suya era el primero que ganaba.
Las consecuencias de la batalla de Bailén fueron impresionantes. Los franceses abandonaron Madrid y se replegaron el norte del Ebro y por Europa corrió como la pólvora la noticia de una derrota que destruía el mito de la invencibilidad francesa. La cólera de Napoleón no conoció límites.



