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Mi adiós a la URJC

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Como he escrito otras veces, existe una curiosa conexión entre la Universidad Rey Juan Carlos y Córdoba

Día 07/08/2011 - 11.22h

Hace un par de semanas entregué el acta de Historia del Mundo Actual, correspondiente al Grado de Periodismo, que había impartido este curso en la Universidad Rey Juan Carlos (URJC). Fue mi última actividad en ese terreno profesional porque mis nuevos cometidos en el Ayuntamiento de Córdoba me impiden continuar con la docencia, tanto en el plano de incompatibilidades como en la exigencia de una total dedicación de tiempo. Adiós, pues, a la URJC, pero un adiós con el corazón a una etapa que ha significado mucho en mi vida.

Mi contacto con la URJC comenzó a principios del 2002, cuando mi tesis doctoral había quedado bloqueada en la Universidad de Córdoba y Luis Palacios, catedrático de la Rey Juan Carlos, director de su Instituto de Humanidades y gran amigo, me ofreció hacerla allí. Luego vinieron los cursos de verano de Aranjuez, la culminación de los estudios de doctorado y, finalmente, la lectura de la tesis en julio de 2004, en un tribunal presidido por el profesor Cuenca Toribio. El tema, la historia y clasificación del Archivo Viana.

Aquella tesis, lejos de llenar de satisfacción al Cajasur de entonces, por lo que de reconocimiento de la comunidad universitaria suponía para el espléndido fondo documental propiedad de la entidad, solo hizo aumentar el ninguneo a que estaba sometido en ella. Sin presupuesto, sin competencias, en enero de 2007 volvió a aparecer en mi vida la URJC, ofreciéndome un puesto de profesor asociado. Lo acepté sin dudar. Dos tardes en semana en Madrid. Gracias al AVE y a cogerme algún día de vacaciones, pude compatibilizarlo con mi trabajo en Cajasur.

Como pueden imaginar, el sueldo no fue la razón de que aceptara el ofrecimiento. Con los viajes se me iba lo comido por lo servido, eso sí, sacando los billetes con un mes de antelación para que resultaran más económicos. La razón fue la experiencia y el trato recibido. Cuando te cierran una puerta no merece insistir en que te abran, salta por la ventana. Ha sido una experiencia fantástica. Fuenlabrada, Vicálvaro y Móstoles fueron los escenarios, junto con los cercanías y el metro.

Para quien ha ejercido la enseñanza desde los cursos de preescolar a bachillerato, pasando por todos los niveles, dar clase en la Universidad ha sido un sueño cumplido. Mi primera clase la recordaré siempre. La fatalidad quiso que mi querido padre muriese dos días antes: por la mañana fue el funeral y por la tarde estaba ya en Madrid, con mi pena oculta y mi ilusión a la vista. Luego vinieron muchas clases más llegando a un completo enriquecimiento mutuo con mis alumnos.

Como he escrito otras veces, existe una curiosa conexión entre la URJC y Córdoba. Además del profesor Palacios, que fue una de las mentes que nunca debió dejar escapar nuestra ciudad, Ramón Morillo Velarde y Raúl Ramírez son grandes profesores cordobeses que han encontrado su realización también allí. Y hace poco más de un mes, Juan Miguel Moreno Calderón, concejal de Cultura en Córdoba, leyó brillantemente su tesis doctoral en la URJC. Los cuento como amigos. Para siempre, a ellos y a la URJC, gracias de corazón.

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