POR ARIS MORENO
CÓRDOBA
DIRECTOR DEL SERVICIO DE PUBLICACIONES DE LA UCO
ESTE señor que ustedes ven es director del Servicio de Publicaciones de la UCO. Y en este mundo tiranizado por la imagen y la trivialidad su cargo es poco menos que un acto de resistencia numantina. Pero hay más. López Mora es miembro de la Real Academia de la Historia, experto en relaciones internacionales y doctor en investigaciones sobre la pobreza. La pregunta, por lo tanto, es casi obligada.
—¿Por qué la pobreza?
—Por dos aspectos: una razón profesional y otra de sensibilidad.
—¿La pobreza es el gran fracaso humano?
—Es el gran tema de la historia del futuro. Porque marca una de las grandes insuficiencias de la condición humana.
—¿Y la historia da respuestas?
—Gran parte de los dispositivos de protección social contemporáneos son herederos de los procesos de construcción social a nivel institucional de los siglos XVIII y XIX: la caridad, la filantropía, la beneficencia y la previsión social. En el utilitarismo liberal, la condición de los necesitados se convierte en una suerte de pecado moral de ellos. Y cuando se les ofrece ayuda se les pide algo a cambio.
—El estado social, por cierto, está en revisión.
—Está en crisis. Que en sentido griego no es necesariamente negativo. Sería dramático para Europa. Los europeos no tenemos una identidad común. Pero sí hemos construido en los últimos años avenidas de identificación con tres vértices: la democracia participativa, el capitalismo con intervención y el estado social.
—Si la pobreza es un gran fracaso humano, ¿qué es la riqueza?
—Un egoísmo. Quizás una pasión de coleccionista.
Y la pasión casi innata de Fernando López Mora (Córdoba, 1961) fue la historia. Digamos que fue un joven inoculado por el virus de la curiosidad y concernido por lo que sucedía a su alrededor. Lo cual, casi por lógica, lo empujó a la lectura desde muy pronta edad. «He hecho siempre del libro un soporte de trabajo y de reflexión. En nuestra generación se leía mucho», sostiene.
—Hoy un niño que lee es una rareza.
—Incluso un universitario de Humanidades que lea es una rareza. Hoy hay gente que puede licenciarse sin haber comprado un libro.
—Suena terrible, ¿no?
—Sí, pero en el marco pragmático actual hay quien dice que existen otros formatos de conocimiento. Y las personas que tenemos cierta edad miramos con melancolía el pasado.
No sabemos si está asociado al cargo, pero el despacho del director del Servicio de Publicaciones es un océano de libros, cajas con libros, estantes con libros y bolsas con libros en lógico desorden de bibliotecario. Al otro lado del pasillo, un almacén con más volúmenes acoge los títulos que el departamento que dirige publica cada año. Una muestra bastante fidedigna de la producción científica de la UCO. Desde «Introducción a los cementos» hasta «Córdoba en el Romanticismo». Aquí, sin embargo, reina el orden. Tal vez porque este depósito está gobernado por alguna diligente empleada.
—La actualidad manda: ¿Los profesores trabajan poco?
—Reducir la actividad de un profesional de la educación a las horas docentes es tanto como decir que un cirujano sólo trabaja cuando está operando. —¿Y ve mucho tijeretazo en Educación?
—A nivel de la Universidad creo que hasta ahora ha sido felizmente menos que en otros campos. Aunque la Universidad andaluza debe ser consecuente y acompasarse a la sociedad. Hasta ahora he visto más contención que tijeretazo. Más frigorífico que desconexión.
—¿Qué le pide al ministro del ramo?
—Dedicación, conocimiento y valentía para afrontar los grandes retos de la Universidad española. Todavía no hemos terminado de construir la cultura de la excelencia que estábamos alumbrando. Con grandes logros, por cierto. Debemos ser consecuentes con la coyuntura: ser capaces de continuar lo hecho con menos recursos y reconocer el esfuerzo de la sociedad española.
—La Academia de la Historia, a la que usted pertenece, tiene entre sus objetivos «combatir la fabulación». Dígame cómo.
—Apostando por la racionalidad historiográfica. Hemos visto cómo surgen mitos, por ejemplo los nacionalismos excluyentes, que son capaces de generar distorsiones muy fuertes. Cuando se instrumentaliza, la historia se convierte en una herramienta de dominación.
—¿Y cómo se distingue el polvo de la paja?
—Separando aquello que en su motor de conocimiento no tiene la búsqueda de la verdad. El relato del pasado no debe confundirse con la instrumentalización política. Es un oficio muy contaminado el de historiador. Los historiadores son fácilmente tentados por el poder.
—Ha recibido usted la Cruz del Mérito Militar por su contribución a la cultura de la paz. Menudo oxímoron.
—(Risas) España es un país donde la cultura de defensa no ha sido objeto de reflexión académica. Hasta hace poco, la defensa era mal entendida como asunto de militares. La cultura de la defensa y la paz forman parte de la democracia.
—Usted ha dicho que siempre apostó por una Universidad viva. ¿Ganó la apuesta?
—Yo creo que la UCO, y he conocido universidades importantes, ha tenido algunos protagonismos relevantes. Ha estado presente en todos los grandes procesos de transformación de conocimiento, formación y cultura. Con todos sus defectos, la UCO ha estado en su tono de cierto liderazgo.
—¿La Universidad es un organismo con mucho cerebro y poco músculo?
—Se ha hecho un organismo complejo y no siempre fácil de gerenciar. Quien haya conocido la Universidad en los años sesenta no dejará de sorprenderse. Yo he estudiado en Lovaina y me asombró que el campus tecnológico, donde estaban las empresas, era mucho más grande que el académico. Y ésa es la gran asignatura pendiente de la sociedad española.
—¿Para quién publica la UCO?
—Desde el punto de vista normativo para dar posibilidades a sus comunidades profesionales. Pero desde el punto de vista práctico hemos superado esa etapa. Tenemos un gran compromiso: la divulgación del conocimiento científico y cultural. Nosotros publicamos pensando en el lector: el profesional, pero también para la sociedad en general.
—¿Lo que no se publica no existe?
—Desde el punto de vista de la divulgación del conocimiento, si no se publica es un páramo. Si no el conocimiento se convierte en un mundo de diletantes. Nosotros debemos devolver a la sociedad que nos financia aquello que aquí se genera.
—Como experto internacional, ¿nos puede decir a dónde diablos camina el mundo?
—Quisiera quedarme con los elementos más felices. Hemos avanzado mucho en el compromiso ciudadano. En la regulación internacional de conflictos hemos dado pasos importantes. Si no existieran instituciones y compromisos de intervención humanitaria, el panorama sería desolador. Eso exige una solidaridad con los pueblos más oprimidos y regímenes que hacen de la violencia un instrumento político.
—Visto lo visto, ¿Europa existe o es puro espejismo?
—Si vemos la bibliografía sobre Europa, se percibe algo de artificial. Los europeos no tenemos identidad. Europa ha sido un campo de rivalidades. Pero tiene que ver también con el humanismo cristiano, sin darle un tono tonsural y teológico a la argumentación; o con la solidaridad de los conflictos.
—¿Qué dirá la historia de nosotros?
—Me gustaría que dijese que supimos aprovechar las ocasiones que tuvimos. Córdoba ha vivido transformaciones extraordinarias. Muchas veces nos cuesta pararnos y ver el camino recorrido. Es impresionante. A nivel social y de equipamientos. La sociedad no ha podido solucionar todos sus problemas, pero sí encontrar respuestas. Aunque Córdoba aún ha sabido salir de los últimos puestos de valoración.