Córdoba

sol921

Córdoba / contramiradas

Francisco Aguilera: «Jesús se enfrentaría hoy a los mercados»

Flamante Medalla de Oro de Córdoba, el cura Paco es ante todo una voz insurrecta. Un hombre al que las desigualdades no lo dejan impasible. Ni en sus palabras ni en sus actos

Día 06/11/2011 - 10.57h

Compartir

Lean atentamente las reflexiones de este señor: «Cuando uno tiene hambre no entiende de ideologías ni de formas de interpretación de la fe. Hay estructuras económicas, políticas, culturales y sociales que no son justas». Francisco Aguilera es sacerdote como podía ser un agitador intelectual. O quizás sea agitador intelectual precisamente por ser sacerdote. En cualquier caso, estamos ante un cura que no se anda con circunloquios. Tal vez porque los 72 años no sean ya una edad para tomar excesivas precauciones. O porque su profundo compromiso humano lo haya empujado a una vida a cuerpo descubierto. Lo que le ha costado algún tropiezo considerable. Por ejemplo, con algún obispo de Córdoba, que prefirió verlo recluido durante 36 años en Valdeolleros antes de que contaminara otras parroquias.

—¿Lo de cura obrero le hace justicia?

—No. Porque nunca he sido un trabajador. Manual, me refiero.

Francisco Aguilera nació en Villanueva de Tapia (Málaga, 1939) en el seno de una familia acomodada. A los once años ingresó en el seminario de Córdoba y en 1965 se ordenó. El año pastoral lo hizo en el barrio de El Naranjo, uno de los núcleos más deprimidos de la ciudad. «Vi la pobreza de forma radical. Nunca me había enfrentado a tanta miseria y las connotaciones que conlleva de destrucción familiar, alcoholismo o machismo. Esta experiencia provocó en mí la necesidad de una sensibilidad distinta. Como si me hubieran abierto los ojos de nuevo».

—¿Ayudar a los pobres sigue siendo un acto subversivo?

—Depende cómo. Juan Pablo II habla de la lucha contra el pecado estructural y dice no al capitalismo. Lo que afirma es que este sistema no es el que más se adecua al proyecto de Dios.

—Un pecado que parece estar en el ADN del ser humano.

—Todos los hombres participamos del deseo de poder, de prestigio. Está en el ADN. Pero el ADN es reconducible y Dios se compromete a salvarnos. Hemos llegado a los 7.000 millones de habitantes y yo creo que hay alimentos para todos con una buena redistribución de la economía.

—Usted habla de estructuras políticas y sociales. ¿Son esas palabras propias de un cura?

—Sí, porque son pecado. Oprimen a la gente. Y Jesucristo vino a salvarnos de todo.

—Los curas no suelen hablar en esos términos.

—Los curas, a veces, hacemos pedagogía y eso pasa por acentuar un poco más la limosna que estas cosas. Pero yo no me siento fuera de la Iglesia.

—Por cierto, la limosna es una palabra que queda fuera de su análisis.

—Si usted tiene hambre, mientras las estructuras se renuevan, tendrá que comer. ¿No? Es un mal menor que hay que admitir. La limosna, en el fondo, es una humillación.

No se siente cómodo en todo este ruido que se ha originado tras su nombramiento como Hijo Adoptivo de Córdoba. Ni se ve como objeto de interés mediático. Al fin y al cabo, dice, la suya es una aportación insignificante, un granito de arena en la inmensidad del desierto. Con todo, se somete a las indicaciones del fotógrafo con resignación cristiana. El cura Paco es buen conversador. Un hombre de mente ágil que no rehuye ningún envite dialéctico por muy delicada que sea la materia en cuestión.

—Monseñor Cirarda me propuso que me fuera a estudiar a alguna capital europea. Londres, París, Roma. La que quisiera. «Cuando vuelvas te haré vicario», me anunció. Pero yo le dije que no.

—Usted dirá por qué.

—Quería ser fiel a «mis niños». Yo ya había descubierto la JOC (Juventud Obrera Cristiana) y me interesaba trabajar en ese campo. Él me dijo: «Las cosas se piensan». Y yo le dije: «Yo esto lo tengo muy madurado».

—¿Cómo interpretó el obispo su respuesta?

—La aceptó como un acto de fidelidad a mi proyecto.

—Un sacerdote como usted no estaría bien visto entonces.

—Bueno, era un momento posconciliar, había cierta apertura y este tipo de cura no era demasiado original.

—La JOC era una especie de quinta columna dentro de la Iglesia.

—La JOC ha representado para mí una lectura del mundo desde los pobres. En mi época era una cosa bastante normalizada. Ahora ha habido una cierta vuelta a la dimensión espiritual por los riesgos que lo otro pudiera tener de temporalismo. Pablo VI dijo: «No es aceptable que lo evangelizado se descuide de las formas de toda opresión humana». Y Juan Pablo II dice que no se debe ser ni comunista ni capitalista.

—Usted no se tiene por ninguna de las dos cosas, supongo.

—El marxismo tiene elementos aprovechables. Pero la parte que toca a la persona no está bien tratada. Lo que sí estoy de acuerdo es que los medios de producción habría que socializarlos mucho más.

—Ha recibido la Medalla de Oro de Córdoba. ¿No hubiera preferido un metal más humilde? La mirra, por ejemplo.

—Lo que me ha llamado la atención es que me nombren. No me considero una persona de categoría especial ni punto de referencia para nada.

—¿Por qué cree que lo premian?

—Ha sido de buena voluntad, por consenso. La gente de izquierda me propuso, pero Luis Martín, como viejo rockero de Córdoba de toda la vida, me conocía. Fue él quien dijo: «¿Paco el cura? Pues estupendo»

—Siendo usted cura lo propone la izquierda y no la derecha.

—Será porque los sujetos de mi trabajo han sido más los pobres. Eso no quiere decir que la derecha no vaya a hacer cosas en función de los pobres. Si te enfrentas al capital y a determinadas concepciones es normal que aparentemente coincidamos más con la izquierda. Pero tengo diferencias con la izquierda.

—Si hay curas obreros, ¿también hay curas burgueses?

—No creo que haya alguno con grandes empresas. Ha habido curas en el caso de las cajas de ahorros. Estuvieron ahí en situación positiva de distribución del capital. Lo ideal es que no hubieran estado al frente de esas instituciones.

—Cura y banquero parece un oxímoron.

—No pega mucho. No es un buen adjetivo de cura.

—¿Qué misión tiene usted en el mundo?

—La misión de anunciar a Jesucristo, que viene a salvar a la persona de todas sus situaciones: económica, socia, cultural.

—¿No hay salvación fuera de Jesucristo?

—Yo creo que Jesucristo es el salvador. Ahora bien: Dios no olvida a los otros. Dios salva a todo el mundo.

—He leído de usted que es un hombre con inquietudes sociales. ¿Puede un cristiano no tenerlas?

—Si un cristiano no tiene inquietudes sociales le falta una dimensión fundamental del Evangelio. Jesucristo se distinguió por su acción continuada con el mundo empobrecido.

—¿Dónde ha encontrado más respuestas: en la ciencia o en la religión?

—Las respuestas fundamentales las he encontrado en el Evangelio.

—¿Usted ha sido una china en el zapato de la Iglesia?

—No soy un gran pensador ni mis proyectos de acción han sido tanto como para ser una china en el zapato de nadie. Yo soy un pobre hombre constante.

—Y un indignado. Se le vio la semana pasada en una manifestación.

—Este momento histórico es para indignarse. ¿No?

—¿Qué le indigna?

—La desproporción económica que hay. Vamos a una concentración económica brutal. Son muy pocos los que tienen y una gran parte sin nada. Estamos en un momento de la distribución del capital regresiva en el mundo europeo. Y aplastante en el tercer mundo.

—¿Y tiene recetas?

—Recetas globales no tengo. No soy un economista ni un político. Tengo una receta desde la defensa de la dignidad de las personas como valor absoluto. Los más optimistas no le dan al capitalismo más de 150 años.

—¿Qué vendrá después?

—No sé definirlo. Sé que tendrá que venir un mundo más socializado.

—Es usted un agitador.

—No. Una persona que ha intentado crear conciencia.

—¿Lo ha conseguido?

—Muy relativamente. ¿Quién es capaz de competir con todos los periódicos, las televisiones y la tecnología moderna?

—¿Quién fue Jesucristo?

—El hijo de Dios, que se enfrentó a los poderes de su tiempo y lo mataron. Dios lo resucita dándole la razón de que la salvación tiene un camino.

—¿Qué camino?

—El camino de la fraternidad entre todos los hombres.

—¿Qué diría hoy Jesucristo de la tiranía de los mercados?

—Igual que se enfrentó al templo y tiró toda la mesa de los cambistas. Hoy haría lo mismo. Y también lo matarían.

  • Compartir

publicidad
Consulta toda la programación de TV programacion de TV La Guía TV

Comentarios:
Lo ?ltimo...

Copyright © ABC Periódico Electrónico S.L.U.