Córdoba

Córdoba / Manuel Ruiz «Queco», COMPOSITOR Y PRODUCTOR MUSICAL

«Nunca he buscado el éxito»

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Inventor de canciones redondas. Descubridor de talentos. He aquí uno de los olfatos de la industria del disco más contrastados de la música andaluza. Un creador nato que sigue en la brecha

Día 13/11/2011 - 10.45h
«Nunca he buscado el éxito»
RAFAEL CARMONA
Queco, el pasado miércoles, sentado en un banco del jardín del Parador Nacional

Casi diez años después de uno de los mayores impactos musicales de la historia y 65 millones de unidades vendidas, Manuel Ruiz «Queco», el creador del «Aserejé», accede a la cafetería del Parador Nacional con toda parsimonia, gafas de sol, pantalón vaquero y camiseta de manga corta. Inventor nato de canciones redondas, Queco podría estar refrescando vermú en cualquier playa del Caribe. Pero este joven audaz como pocos nació para componer música y descubrir talentos. Esta misma mañana ya trae una nueva criatura en el bolsillo. Apunten: Claudia «La Chispa». Una chiquita de Chiclana, que será la bomba de neutrones. Queco dixit.

—¿Todo lo que toca lo convierte en oro?

—Eso son frases que la gente de la prensa inventa. Como lo del Rey Midas. No es que me desagrade, pero sí te compromete al máximo nivel. Yo no busco nunca el éxito. Hago las cosas como las siento.

Lo que sí es cierto es que, tras el éxito arrollador del «Aserejé», en lugar de dejarse llevar por las mieles del triunfo, se metió en el estudio de grabación para quitarse una espinita que tenía clavada desde hacía años. Fue cuando parió un disco llamado «Tengo», del que vendió nada menos que 250.000 ejemplares, y culminó una gira de medio centenar de actuaciones para darse el gustazo de interpretar sus propias canciones. Luego echó la persiana para siempre como cantante. Aún por encima del monumental enojo de la compañía de discos, que nunca entendió cómo decía adiós a los escenarios justo cuando estaba en la cresta de la ola. «Yo no soy un animal de escenario», admite con sensatez. «Soy un hombre muy tímido. Me veo más como productor a la sombra de los artistas. Me gusta descubrir. Ver lo que nadie ha visto».

—¿Detrás de todo productor hay un cantante frustrado?

—No. Ni mucho menos. Yo me retiré con 250.000 discos vendidos. Lo vi clarísimo. Y me retiré a mi casa, con mi familia, mis artistas y mi estudio.

—Por alergia a las giras.

—No. Pero si te dedicas a cantar es a cantar. No puedes cantar, producir, componer y hacer bandas sonoras para cine. Ser cantante es muy aburrido. Tienes que estar completamente dedicado a tu voz. No puedes estar de cachondeo y cantar por la noche en el Teatro Real de Madrid.

—Camarón lo hacía.

—Aunque parezca lo contrario, Camarón se cuidaba. Y cuando se metía con Paco de Lucía a producir un disco eran seis meses de trabajo intenso. Quien es un fenómeno se lo tiene que currar.

—No cree en el genio salvaje.

—Creo en la disciplina. Puedes ser un genio pero sin disciplina no vas a ninguna parte. Genios conozco a cientos, pero que después se levanten por la mañana y pongan su talento en práctica para conseguir logros importantes hay muy pocos.

—En el caos hay misterio.

—Sí. Puedes ser un bandarra, pero tienes que tener detrás un manager que reconduzca tu energía.

Su historia es suficientemente conocida. Manuel Ruiz «Queco» (Córdoba, 1964) nació en la cuna del flamenco. Hijo del fundador del Rincón del Cante, se crió entre fandangos y martinetes. Por su casa, desde muy niño, desfilaron todas las estrellas rutilantes de aquel mundo vibrante y noctámbulo hoy en franca retirada: desde Paco de Lucía a Camarón, Tomatito, El Lebrijano, Paco Cepero o Chocolate. Una noche se indispuso el guitarrista de Juanito Villar y un jovencísimo Queco tuvo que suplirlo con destreza, en la que fue su primera actuación pública. «Le toqué en el camerino por alegrías y bulerías, y se quedó contento. Fue mi primer concierto con un cantaor profesional. Viví una experiencia muy bonita». Lo que vino a continuación fue una línea ascendente en la industria del disco hasta convertirse en uno de los productores de música andaluza más solventes de las dos últimas décadas.

—¿Cuánto vale su olfato musical?

—Ahora muy poco. Estamos viviendo una crisis muy potente. No sólo en España. Las discográficas han desaparecido. Y hasta que no se regulen las nuevas tecnologías, esto es un poco caos y quien se quiera dedicar a la música lo tiene muy complicado.

—¿Cómo se fabrica un pelotazo?

—No sabes cómo. Hay algo interior, una vocecita que te va diciendo que una canción puede gustarle a la gente. Y la vas moldeando, como una escultura de barro.

—Usted dice que el negocio va por un sitio y el arte por otro. ¿Por qué carril transita Queco?

—Yo intento estar en todo. Si no, no puedes sobrevivir. Las emisoras de radio y los medios hacen mucho daño y Andalucía es una gran perjudicada. ¿Por qué? Porque a nivel nacional, lo que más suena es 40 Principales y Cadena Dial, donde además te cobran por sacar una canción y no permiten flamenco ni música andaluza.

—¿Hay arte sin negocio?

—No. Tiene que haber un artista y un receptor. Si no, no existe el arte.

—¿El flamenco es un territorio que se le quedó pequeño?

—Toda mi música parte de lo flamenco y lo andaluz. De mis raíces. Incluso el «Aserejé» o los temas que he hecho más divertidos.

—¿Siente nostalgia de lo jondo?

—Sí. Me encanta meterme en un cuartito pequeño para escuchar a El Pele cantando por soleá. Eso tiene algo que ninguna música tiene.

—Confiesa haberse quitado todos los complejos en el flamenco.

—He vivido en un lugar donde le cantabas a tu padre lo que habías compuesto y te decía que te estabas saliendo de los cánones del flamenco. Cuando eres joven no lo entiendes. Ni incluso ahora. A mí me dio igual lo que pensaran los críticos. Cuando hice la primera producción con Vicente Amigo y El Pele no me corté un pelo para escribir unas tonás, uno de los cantes más antiguos, que decían: «Soy poeta de esquinas blandas y aceras de goma espuma». Y me quedaba tan pancho. Cuando eres joven tratas de ser rompedor y te arriesgas. Eso es lo bonito.

—¿Qué fracaso le escoció más?

—Alguno que podía haber sido un éxito y fue incomprendido. Hablo, por ejemplo, de Cherokee. De los fracasos se aprende. Tienes que caerte para saber levantarte y, además, con optimismo.

—¿Cuáles son los riesgos del éxito?

—Muchísimos. Cada vez que tienes un éxito, el disco siguiente te pone el listón tan alto que te acobarda. Y hay gente muy crítica esperándote.

—¿La grabación de un disco es una olla a presión con muchas chispas?

—No. La presión te la pones tú mismo. En el estudio reina la tranquilidad. Y quien levanta malos rollos está en la calle.

—En el océano internet, ¿dónde está usted: con los piratas o con los agentes del orden?

—Siempre estoy con los agentes del orden. Con los piratas no puedo estar, pero entiendo que internet es un campo libre donde te vas encontrando cosas. ¿Cómo le dices a una criatura que le encanta la música que no la coja gratis?

—¿Sufre regalando canciones?

—Es de las cosas más bonitas para un autor. Das lo mejor de ti, te desprendes de ellas con una bondad enorme y cuando la escuchas en voz de otro artista es un momento muy enriquecedor.

—¿Qué fue el «Aserejé»: un seguro de vida o la tumba de un artista?

—Es lo que dejas de herencia para tus hijos. Pero puede ser tu propia tumba creativa. Yo conseguí separarme del éxito. He trabajado mucho y sé que hoy puedes triunfar y mañana eres un don nadie.

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