Córdoba

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Paisaje hostelero, un año después

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Los hosteleros incorporan todo tipo de enseres a sus negocios para no perder ingresos y conservar la clientela

Día 30/12/2011 - 08.58h
Paisaje hostelero, un año después
ROLDÁN SERRANO
Una mujer fuma debajo de un toldo y una estufa en una terraza

Una mesita alta o un barril y un cenicero en la puerta de bares, cafeterías y restaurantes componen el nuevo mobiliario a la entrada de estos establecimientos desde que se implantó la nueva Ley Antitabaco. En este año, en el que se han vivido las primeras consecuencias de la norma, cualquier hostelero que se precie de cuidar y mantener a su clientela ha tenido que añadir este moblaje a su empresa. Los más cuidadosos en este aspecto han añadido, además, estufas y ventiladores; enseres que sólo se veían, con anterioridad a la lucha contra el tabaquismo, en terrazas de locales en los que el precio de la cerveza, café o la copa era de un 20 por ciento más que en cualquier otro establecimiento.

Ahora no, ahora todo tipo de bar con veladores, por humilde que sea, ha incluido o está pensando en incluir estos aparatos para no aumentar sus pérdidas. La popular Taberna El Pisto, por ejemplo, va a solicitar al Ayuntamiento mantener los veladores que tiene todo el año e incorporar estufas para el invierno. El motivo no es otro que su cifra de pérdidas, «un 30 por ciento». El gerente de la taberna, Rafael López, no sabe si la falta de ingresos viene por la nueva norma o si parte de esa merma se debe a la crisis, lo que si tiene claro es que hay que hacer algo para remediar una caída en picado.

El problema no radica en que ya no se frecuenten los locales de ocio, la cuestión es que mientras se fuma «no se consume, por lo que la mesa se queda parada y, además, los clientes tampoco se toman ya el postre», apuntó López. Se prefiere cambiar de local o irse a casa para finalizar la sobremesa o la cena. Jesús Fernández, cliente de El Pisto, manifestó que «lo normal es que acabemos en casa con los amigos para tomar el postre y la copa, somos fumadores y además estamos en crisis. Hay que ahorrar y la Ley Antitabaco obliga, entre comillas, a ello».

Las consecuencias se traducen en la cafetería Gaudí, por ejemplo, en reducir la plantilla en dos camareros y en que los clientes fumadores, según el encargado del establecimiento, José Estrada, «se sienten como los sin techo» y les resulte un engorro tener que salir a fumar. Por otro lado, hay parroquianos que están concienciados y se alegran porque dicen que así fuman menos, señalaron desde el restaurante El Buey, donde tampoco falta en la puerta una mesita para los fumadores. Los establecimientos de restauración, los menos afectados por el cambio de hábito tras la norma, también notan las consecuencias de la nueva ley. El «maître» de El Rancho Grande, Juan Carlos Paradela, manifestó que la terraza se ha vuelto imprescindible, así como el cenicero debajo de un toldo. Y es que «hay muchos momentos en los que el salón se queda medio vacío porque los clientes se salen a fumar». Paradela señaló, además, que la tradicional copa de después de comer «ya no se hace tan larga como antes» y eso al final también se nota en la caja . Los más perjudicados son los que tuvieron que hacer alguna reforma y que esperan que se les recompense de algún modo, ya que «la crisis va para largo».

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