El ministro de Economía se carga de un plumazo la gestión de las autonomías al impedir que aprueben sus cuentas
Día 18/01/2012 - 10.10h
Apenas lleva un mes en el cargo y ya se ha metido en más de un charco. Me refiero al ministro de la Economía, señor de Guindos. No lo digo por sus antecedentes que nos han puesto a más de uno a pensar hasta donde era adecuado el nombramiento de quien era el representante para España y Portugal de Lehman & Brothers cuando se descubrió el pufo megamillonaria que desencadenó muchos de los males que hoy padecemos. Desde luego esos antecedentes no resultan estimulantes y menos aún que, cuando apenas sentado en la poltrona, ha dejado estupefactos a muchos al nombrar como alto cargo de su ministerio —ha asumido competencias que ejercían otros ministerios en la época de Zapatero— a Carmen Vela. Ha levantado ampollas en el PP y con razón, dados sus antecedentes. Su actuación no sólo ha ido contra los postulados del PP sino que se ha significado por su decidido apoyo a los contrincantes de Rajoy. Como hace unos días señalaba Martín Ferrán, su nombramiento es todo un arcano cuyas claves debe conocer Rajoy, si no se trata de todo un gol por la escuadra en la meta del señor de Guindos.
Pero sus meteduras de pata no han concluido ahí. Ha protagonizado notorios desfases de declaraciones con lo que decía el ministro de Hacienda y a dichos desfases ha añadido unas declaraciones que suponen un verdadero torpedo contra el modelo de Estado consagrado por la Constitución. No ha dudado en declarar que con carácter inmediato se redactaría una ley en virtud de la cual los presupuestos de las comunidades autónomas no serían válidos hasta recibir el visto bueno del gobierno central. Se cargaba de un plumazo la capacidad de gestión de las comunidades autónomas al incapacitarlas para aprobar sus propios presupuestos sin una previa supervisión.
Es cierto que los niveles de endeudamiento requieren controlar el gasto y asumir el compromiso de limitarlo hasta allí donde los ingresos permitan. Es cierto que se ha alentado el despilfarro sin que se haya puesto tasa al desenfreno. Es cierto que en la orgía de estos años de atrás se han construido instalaciones multimillonarias que carecían de sentido como, por ejemplo, aeropuertos de los que no despegan ni aterrizan aviones. Es cierto que hay que poner freno a tanto exceso y establecer como norma que no se puede gastar lo que no se tiene. Pero no lo es menos que no se puede entrar en un ministerio gubernamental como lo ha hecho el señor de Guindos. Sólo ante tanta metedura de pata es explicable que el ministro de Hacienda haya reunido a los consejeros de economía de las comunidades autónomas gobernadas por el PP, antes de la reunión del Consejo de Política Fiscal y Financiera, para remansar las aguas que ya bajaban revueltas. Las declaraciones hechas públicas por varios de los asistentes a esa reunión parecen haber puesto las cosas en su sitio.
Para evitar que lo pongan a caer de un guido, alguien debería explicar al señor de Guidos que ser ministro de un gobierno democrático dista mucho de ser alto ejecutivo de una entidad privada, aunque esa entidad se llame Lehman & Brothers.