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La temporada del pájaro

Día 21/01/2012
La temporada del pájaro

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Es normal que monteros muy monteros, en cuanto barruntan que se acerca la primavera y puede haber algo de celo en el campo, corten la temporada y dejen la montería para dedicarse a la caza de perdiz con reclamo. Lo primero para ellos es la jaula. Tradicionalmente, esta modalidad de caza ha sufrido muchas descalificaciones. Se ha considerado una traición, un asesinato, algo facilón y poco meritorio matar una perdiz cuando entra a la plaza ciega por el celo. Además, siempre se ha censurado la corta distancia a la que mata el jaulero. Y, sin embargo, Abel Chapman, tan inglés y, por tanto, tan dado a dar ventaja a los animales, sale en defensa de los pobres serranos cuquilleros: «Sería injusto reprochar al cazador modesto este hecho (tirar cerca); los disparos al vuelo con su viejo trabuco sólo supondrían un derroche de municiones y una olla vacía, desgracias ambas en su res angustie domis».

Mucho se ha denostado la caza con reclamo pero algo tiene el agua cuando la bendicen. Y hoy quiero dejar algunas notas sobre la atención que algunos poetas han prestado a la caza de nuestra bella perdiz roja. José Agustín de Goytisolo ya presiente su tragedia: «En lo blanco blanco/ De la flor de jara/ Sobre los jarales/ La perdiz escapa./ Cantó al alba la perdiz/ Más le valiera dormir». Y Fernando Villalón, en su «Andalucía la baja», aconseja al cazador: «No tires a la perdiz/ que tiene en el cardo el nido…»

En Andalucía esta caza, como cualquier sentimiento profundo, queda reflejado en infinidad de cantes. Como ejemplo, este fandango huelvano de los Montes de San Benito: «Llevo a hombros el aguardo,/ la escopeta y el banquillo./ Llevo en la espalda un reclamo/ que colgao en el pulpitillo/ de los collaos se hace el amo». Vieja cultura popular.

A finales del XIX, Pérez Escrich, gran cazador, no se resiste a versificar el relato de su puesto: «Fiero, irritado, de fuego henchido,/ bajas las alas, el cuello erguido,/ entra en la plaza como un matón,/ de odio y de celos enardecido, guerra pidiendo su corazón.// Crespas las plumas de la cabeza,/ emblema hermoso de la fiereza,/ dice al reclamo: Ya estoy aquí./ Y el de la jaula, con gran destreza,/ débil, contesta: Cuchí, cuchí».

Un apasionado de la jaula, José Fernando Titos Alfaro, puso en verso las deliciosas «Memorias de un reclamo» que ideara Vazquez del Río y de ese poema son estos versos en los que un perdigón de jaula exalta su propio oficio: «¿Habrá cosa más galante/ y de mayor emoción/ que un bizarro perdigón/ pidiendo un amor vibrante/ que le quema el corazón?». Aunque, al final de sus días, al dictar su epitafio, se arrepiente de sus engaños para con los de su especie: «Aquí reposa un reclamo/ que del cazador fue honra/ mas de perdices deshonra/ pues que fue del hombre esclavo».

Actualmente, después de muchos avatares, está normalizada la caza con reclamo pero con la vieja Ley, vigente hasta 1970, sólo se podía cazar el pájaro en venados de caza —de los que había poquísimos—, a menos de un kilómetro de la linde y con licencia especial. Prácticamente en ninguna parte. Y tenía la Ley un terrible artículo 19: «La Guardia Civil y los guardas jurados se incautarán de los reclamos de perdiz cuyos conductores carezcan de licencia y, en este caso, los reclamos serán muertos inmediatamente». Y, como esto suponía matarlos delante de su dueño, hubo que suprimir el artículo por que cazadores había que se echaban la escopeta a la cara para defender a su querido perdigón.

Ya viene la temporada, toda una pasión.

POR MARIANO

AGUAYO

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