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Córdoba / Francisco Chacón, PRESIDENTE DE MEMBRILLO «EL QUIJOTE»

«Una empresa no es sólo ganar dinero»

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El dulce de membrillo que saborea usted en Nueva York o en Tailandia se fabrica en Puente Genil. Y el señor que maneja los hilos de tamaño emporio gastronómico se llama Francisco Chacón

Día 05/02/2012 - 11.23h
«Una empresa no es sólo ganar dinero»

Don Francisco Chacón Villafranca (Puente Genil, 1944) es la cabeza visible de la empresa líder en el mundo en dulce de membrillo. Han leído bien: en el mundo. Lo cual no obsta para que si usted llama por teléfono a las instalaciones centrales sea él quien descuelgue directamente el receptor. Todo un detalle a tener en cuenta. Este señor es representante de la cuarta generación de una familia que ha paseado la marca «El Quijote» por medio planeta. Desde Venezuela a Nueva Zelanda. Y es probable que en su propio frigorífico habite alguna de las cajas de este ya legendario postre universal.

—Cinco generaciones vendiendo membrillo por el mundo. ¿Obstinación o milagro?

—Un milagro, más bien. Es muy difícil mantener una empresa en el tiempo. Se pasan por muchas circunstancias, ambiciones y desatinos.

Sea como fuere, hasta nuestros días ha sobrevivido una empresa que fundó en 1840 Rafael Rivas Pérez, bisabuelo de Francisco Chacón, propietario de una confitería y una fonda en Puente Genil. Hasta que un buen día un médico de La Roda, observando las nada despreciables cualidades digestivas del dulce de membrillo, le recomendó que lo envasara y lo exportara. Así fue como nació un negocio que originalmente se vendía al peso, en tajadas servidas en papel de estraza, y que hoy factura cada día 50.000 kilos en todo tipo de envase y tamaño.

La marca primigenia era «La Fama», antes de que el padre de Chacón adquiriera a Manuel Velasco Membrillos «El Quijote», que fue la que finalmente se abrió paso en el mercado. Por entonces, la familia Chacón trasladó a Madrid su planta de producción, para beneficiarse de la exención de impuestos municipales para los fabricantes locales. «Viví mis primeros diez años en Madrid con tres de mis hermanos (fueron diez en total). Recuerdo que se despachaba el dulce de membrillo con dos o tres carros tirados por burros en medio de la ciudad. Eran los tiempos de la escasez y el estraperlo de azúcar. Y recuerdo más tarde cuando mi padre venía a Málaga en avión y lo recibíamos a pie de pista». En Puente Genil llegó a haber 28 fábricas de transformación del membrillo, de las cuales hoy apenas quedan tres.

—¿Qué sostiene una empresa?

—La ilusión y la obligación de crear riqueza. Pero no para uno mismo. Sino para la gente que te rodea.

—La vida media de una empresa son 7 años. ¿Sabe usted por qué?

—Por la falta de virtud humana. Por la envidia y la ambición. La empresa no es sólo ganar dinero.

—¿Se han perdido esos valores o no se tuvieron nunca?

—Se tendrán que ir recuperando. Todo no puede ser vorágine.

—¿Qué me dice del capitalismo especulativo?

—Siento náuseas. Ganarse la vida con un ordenador para ver donde se invierten diez millones y buscar la máxima rentabilidad no tiene mérito. La vida es llegar a Central Park y ver que se vende un postre de membrillo que es tuyo. Eso tiene un valor sin límite.

—¿Qué le mueve?

—Mire usted: yo no tengo hijos. Me mueve pasar por la vida habiendo cumplido mi misión.

—¿Qué misión?

—Crear bienestar y mantener el prestigio de la familia.

—¿Se morirá con sus objetivos cumplidos?

—No creo. Pero lo intento. Es muy difícil porque interviene mucha gente ajena a uno. No sólo es lo que quieres sino lo que puedes.

—¿Usted también va a tener que echar mano de la tijera?

—Gracias a Dios, no. Aquí no hay recortes. Se mantiene el personal y siempre hemos buscado el fortalecimiento de la empresa.

—Llegado el momento, ¿por dónde hay que empezar la poda?

—Lo primero es ser austero. Si lo que quiere es seguir derrochando, al final se carga usted la empresa.

—¿Es partidario de los recortes?

—No. Recortando una empresa empieza a perder oportunidades. Un país es diferente. Los fondos públicos deben gestionarse con austeridad, sin recortar los elementos sociales.

—¿Qué hemos hecho mal?

—Creer que somos ricos y no lo somos. Creer que todo es dinero y no sólo es dinero.

—¿La riqueza es una aspiración?

—La riqueza es una necesidad para seguir progresando. Para hacer cosas. Pero no puede ser sólo un medio de disfrute y especulación.

Nos recibe en la fábrica de Puente Genil. Unas instalaciones perfectamente mecanizadas y provistas de todos los adelantos industriales del momento. Nada que ver con la producción artesanal que conoció Francisco Chacón de niño. Nos enseña el pequeño museo de «El Quijote», formado por una espléndida colección de envases de metal para el dulce de membrillo desde su fundación hasta nuestros días. Francisco Chacón es presidente de la compañía desde la muerte de su padre en 1991. Y aunque tiene ya 68 años de edad, acude religiosamente a su despacho cada mañana.

—¿Qué le hace feliz?

—Estar ahora mismo con usted recordando cosas que son importantes.

—¿Qué espera de sus trabajadores?

—Fidelidad. La misma que le tengo yo a ellos.

—¿Y la encuentra?

—A veces.

—¿Qué le debe Puente Genil a su apellido familiar?

—Ser la cuna del membrillo.

—¿Se siente recompensado?

—Por el pueblo llano y simple, sí.

—¿Qué tiene su membrillo que no tenga otro?

—Pasión. Y eso te lleva a producir con gusto.

—Las virtudes del membrillo, por favor.

—Es astringente, tiene propiedades para la digestión y aporta fibra.

—Dígame los ingredientes del éxito.

—Primero, la voluntad. Segundo, marcarse objetivos. Y tercero, ser sano con todo el mundo.

—¿Lo de Cayetano de Alba qué fue: provocación o impertinencia?

—Cayetano de Alba vive en una nube y no está con la realidad de Andalucía. Aquí hay gente muy buena como en todos lados. Y gente vaga como en todos lados.

—¿Tiene alguna recomendación para el ministro de Economía?

—Honradez, honradez y honradez.

—¿Cómo saldremos de esta?

—Con esfuerzo y trabajo.

—El FMI dice que el año que entra vamos a la recesión.

—Eso es lo que dice. Vamos a ver qué ocurre.

—En el mundo de la empresa, ¿quien no crece muere?

—Quien se queda parado se hunde. Hay que estar siempre andando. Siempre inventando.

—¿Qué les falta a los empresarios andaluces?

—Mire: cuando he ido al norte y he visto los polos industriales he dicho: claro, esta gente no tiene olivos. El olivo es la agricultura de la viuda: te lo dan todo hecho. La burguesía no tiene sentido de la innovación ni de la creatividad.

—¿El latifundio ha sido una losa?

—En parte. Tenga en cuenta que Andalucía tuvo su momento de desarrollo industrial. Los Altos Hornos de Málaga, por ejemplo, que fue una de las zonas de la revolución industrial más prósperas de España. Pero claro: se los llevaron al País Vasco.

—¿Qué nos falta para salir del furgón de cola?

—Objetividad, creatividad y una actuación dirigida a la creación de empresas.

—¿Nos sobra victimismo?

—Sí. No somos víctimas de nada. Somos lo que queremos.

—¿Sueña con la prima de riesgo?

—No, pero estoy pendiente de ella. No por lo que a mí me afecte, sino por lo que afecta al país.

—¿Cómo lo trata la banca?

—Lo mismo que yo a ella: con cordialidad.

—¿Para cuántas generaciones tienen ustedes cuerda?

—Hombre: a ver si podemos conseguir la próxima. La marca sobrevivirá. Otra cosa es la familia.

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