EX DELEGADA DE JUSTICIA DE LA JUNTA DE ANDALUCÍA
ES UNA voz incómoda en el partido que milita desde hace más de una década. En parte por su incuestionable independencia económica y en parte porque no participa en la lucha intestina desatada por el poder. Lo cierto es que en 2010 abandonó su responsabilidad al frente de la Delegación Provincial de Justicia y regresó a su puesto de funcionaria como letrada municipal. Tiene una mirada profundamente crítica con la deriva de su formación política y algunas ideas regeneracionistas sobre el déficit democrático del funcionamiento de los partidos.
—Menudo chaparrón está cayendo sobre el PSOE. ¿Cuál es su teoría?
—Un componente importante ha sido la crisis. Pero también errores de nuestros dirigentes.
—¿Qué errores?
—El alejamiento de la ciudadanía, el endiosamiento, creerte por encima del bien y del mal. Eso es un riesgo cuando se está mucho tiempo en el poder. Se escucha poco a la ciudadanía y a la militancia.
No puede decirse que Mercedes Mayo (Córdoba, 1956) sea una socialista con pedigrí. Pero sí que ha bebido los vientos del carismático Felipe González desde que tiene uso de razón política. Por ahí, hay que admitir que el peso de su progenitora, republicana de izquierdas, ejerció más influencia que el de su padre, falangista y miembro de la División Azul. Luego, su marido, empleado de banca y delegado de CC.OO. en los setenta, hizo el resto. «Tener un padre y una madre con dos concepciones ideológicas distintas ha sido enriquecedor. Mi madre, cuyo hermano fue fusilado, no se atrevió a manifestar públicamente su opinión hasta que no llegó la democracia. Escuchaba la radio Pirenáica en secreto y me decía que no le dijera nada a mi padre». Años más tarde se acercó a la política, en asistencias ocasionales al Círculo Juan XXIII o a la antigua Casa del Pueblo, pero no fue hasta el año 2000 cuando decidió afiliarse en firme.
—A veces me he planteado dejar de ser militante y ser simplemente simpatizante. No he estado de acuerdo en muchas decisiones que se han tomado desde el aparato y te cansas de la deriva del PSOE de Córdoba.
—¿Qué deriva?
—La falta de democracia interna. Decisiones que se toman sin contar con la militancia.
—Un mal endémico en los partidos. —Hablo del PSOE porque es mi partido, pero la falta de democracia existe en todos. Las cúpulas deciden qué candidatos tienen que ir y qué se debe hacer. No cuentan con la militancia nunca.
—No se la ve muy disciplinada.
—Para nada. Ni soy aplaudidora. Me molesta mucho que la gente aplauda como borregos digan lo que digan los dirigentes.
—¿La opinión propia tiene sitio en un partido?
—Cada vez veo más difícil encontrar un espacio si dices lo que piensas.
—Usted dirá por qué.
—Por miedo, por caer en desgracia, por intereses.
—¿Qué intereses?
—Intereses económicos o por situarse bien para obtener ciertos cargos.
—¿Se le ocurre una solución?
—Pues mire: a veces he pensado en abandonar, pero creo que estar ahí es importante para intentar cambiar las cosas. La solución debe venir por perseverar en esas voces críticas. En los partidos hay gente buenísima. En todos. Gente que lucha por sus principios. Pero desgraciadamente, quienes cogen las riendas del poder dejan los principios a un lado en muchas ocasiones.
Llega tarde a la entrevista por razones estrictamente justificadas. No le gustan las fotografías. Al menos no todas. Quizás porque desconfía de los duendes que se esconden en el objetivo, algunas veces amables y otras no tanto con sus víctimas propiciatorias. De manera que no se encuentra muy cómoda entregándose a los requerimientos del reportero gráfico, ni reclinada en una silla de la cafetería ni posando junto a las palomas. Lo cual, sin embargo, no perturba su buen humor crónico.
—¿Qué hay detrás de la gresca del PSOE andaluz?
—Un liderazgo debilitado y muchos errores. Cuando se baja en la expectativa electoral hay poco para repartir y muchos que quieren estar. Eso es así.
—Una lucha por un trozo de tarta.
—Exactamente.
—¿Qué siente cuando contempla este espectáculo?
—Pena. El PSOE es un partido grande para esas pequeñas miserias. Yo creo en su grandeza y en sus valores. Remontaremos esta situación.
—¿Qué modelo de liderazgo propone?
—Un liderazgo sin soberbia. Una persona cercana que no se crea por encima de los demás y, por supuesto, con solidez y rigor intelectual.
—¿Un crítico es un señor que se ha quedado sin cargo?
—No necesariamente. Cuando dejé de ser delegada de Justicia, en mi agrupación me dijeron que me buscarían algo. Yo les dije que ya había cumplido mi ciclo y el servicio público que me encomendaron. No quiero ningún otro cargo y todo mi entorno lo sabe. Soy crítica sin aspiraciones.
—¿Qué pieza necesita recambio?
—Ciertos dirigentes y ciertos comportamientos.
—¿Qué pasará el 26-M?
—Espero sinceramente que el PSOE pueda gobernar en Andalucía, aunque sea con mayoría relativa. Estamos en situación de emergencia.
—Hay derrotas con efecto higiénico.
—Sí. Muchas veces sirven para regenerar un cuerpo enfermo.
—¿Por dónde hace aguas la democracia?
—Tenemos una democracia sólida, que ha calado profundamente, aunque la gente percibe que los dirigentes políticos han luchado más por sus intereses que por los de la ciudadanía.
—¿Tenemos la clase política que nos merecemos?
—El político no es ni más ni menos que el reflejo de la sociedad que tenemos. Una sociedad con ciertos valores que dejan mucho que desear.
—¿Qué debemos aprender de la crisis?
—Que hay que vivir con los pies en la tierra, mayores comportamientos de austeridad y más liderazgo político frente a la deriva de los mercados.
—Dígame una razón de salud pública que justifique el cambio de ciclo político.
—Me pone en un compromiso. Creo que es necesario que gane el PSOE pero que cambie ciertas pautas.
—Y dígame alguna razón que desaconseje el recambio.
—La política social del PSOE no la haría el PP. Retrocedería sustancialmente.
—¿Hay que prevenirse contra el bipartidismo?
—Desgraciadamente, es una realidad que existe en todos los países y es difícil de cambiar.
—¿Qué ha fallado en el caso de los EREs?
—Por supuesto, los controles. Y la confianza de estar tantísimos años en determinados puestos.
—¿Es creíble que un director general actúe así sin que lo sepa nadie?
—No. Creo que se sabía, no digo al detalle, pero en Sevilla se conoce todo el mundo.
—¿Qué tópico sobre la política no se traga?
—Que todos los políticos son unos corruptos. Eso es injusto. Hay corrupción pero de una minoría que perjudica a todos. La mayoría son honrados, con valores y ejercen sus cargos a costa de la propia salud y de su vida familiar.
—¿Los partidos son un océano donde prosperan los tiburones?
—Sin duda, mucha gente sin valores se acerca al poder. Ahora el PP tendrá muchos alrededor.
—¿Adónde conduce la reforma laboral?
—A un retroceso de 20 años en los derechos de los trabajadores. Y creará más despidos.
—¿En qué hay que tener esperanza?
—El ser humano tiene una potencialidad muy grande para luchar por su futuro.