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Misterios con lupa

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ABC consulta con expertos sobre si la forma en que las cofradías recrean las escenas de la Pasión concuerda con lo que pudo ser en realidad, sobre todo en los atuendos

Día 16/03/2012 - 09.38h
Misterios con lupa

Con una coraza de plata, ricamente labrada, una espada y un casco del mismo metal coronado por vistosas plumas, los soldados romanos escoltan a Cristo preparándolo para su dura muerte de cruz. Así se ve en los pasos de misterio, de Córdoba y de toda Andalucía, como una catequesis plástica que cuenta la Pasión sin palabras. Los hechos se ajustan al Evangelio o la tradición, pero ABC se ha preguntado qué hay de real y qué de recreado en los misterios de la Semana Santa de Córdoba y ha recurrido a expertos que han ayudado a desentrañar las figuras que se suben a los pasos, siempre partiendo de la base de que las escenas reconstruidas no tienen que ser arqueológicas ni científicas, sino didácticas y estéticas.

Los arqueólogos Enrique León y Diego Romero conocen el tema con profundidad en lo referente a los personajes romanos y comienzan recordando que en distinas épocas los soldados aparecían como los ejércitos contemporáneos. Así, no era extraño que en el barroco apareciesen uniformes de los Tercios de Flanes que se pasaban como romanos.

A la hora de hablar de reconstrucciones arqueológicas, recuerdan cómo el Poncio Pilato del misterio de la Sangre llevó la prenda apropiada: la «praetexta», o toga de los altos magistrados, que se completaba con el «calcius patritius» en los pies. «La toga era la prenda propia del ciudadano romano y se completaba con un ribete morado que era propio de los altos magistrados», explican.

El pretor de Judea llevó esta prenda entre 2003 y 2006, la época de Alfonso Muñoz como hermano mayor, que explica que se hizo con este propósito. La corona de laurel actual no es histórica. Según los arqueólogos, este símbolo de victoria era propio del emperador. «Si alguien que no fuera él lo lucía, sería pena de muerte inmediata», cuentan. Tampoco se sentaba en los vistosos tronos dorados que se ven tantas veces, porque su sitio estaba institucionalizado: la «silla curul», un asiento muy austero que guarda cierto parecido con el del paso del Perdón.

Junto a él, Claudia Prócula, su esposa, que intercede por salvar a Jesús. «Lo normal sería que fuese como una matrona romana, con mucha ropa y desde luego sin mostrar los brazos ni las piernas, como pasa a veces», cuentan. En la antigua Roma, la desnudez y el ir descalzo eran símbolo de divinidad. También es probable que fuese ricamente enjoyada, pues no hay que olvidar que las provincias orientales, estaban entre las más ricas. Aún así, los imagineros se han documentado. Miguel Ángel González Jurado plasmó a la que va en el paso de la Sentencia con un peinado propio de las damas de la época en que murió Cristo, según una moda que marcaban las emperatrices, como recuerdan los arqueólogos.

¿Y los soldados? Enrique León y Diego Romero comienzan diciendo lo que cualquiera intuye: que no llevaban cascos de plumas ni corazas cinceladas. Esta imagen parte de la ropa que diseñó Juan Manuel Rodríguez Ojeda para la Centuria Romana de la Macarena y es tan estética y atractiva como alejada de la realidad. «No había cascos de plumas, propios de las cofradías de bulla, ni de cepillo, que llevan las serias. Serían cascos metálicos lisos», resumen.

Las armas

Lo más normal es que llevasen corazas anatómicas de cuero, láminas de metal o malla. Lo que ahora se ve sería un lujo que no podrían pagar. Los romanos del paso del Buen Suceso y los de la Agonía se ajustan bastante a lo que pudo ser, explican. Sí es apropiado el calzado, las sandalias, que a veces tenían tachuelas metálicas. Y les falta un detalle que tenían todos los soldados: un pañuelo en el cuello para protegerse de las rozaduras metálicas de la thoracata.

Los soldados romanos llevaban como armas el glaudium, es decir, la espada, y el conocido pilum, una lanza que no se usaba como arma arrojadiza sino al estilo de lo que harían después los tercios españoles en el Siglo de Oro. No se parecía a la lanza que llevan en los pasos, y que a veces tiene hasta punta de plata.

Con Roma tiene relación también una insignia presente en muchos cortejos: el llamado senatus. Su referente es el signum, que era el estandarta sagrado de cada legión romana y como tal había que protegerlo en una tienda especial y en el campo de batalla. Llevaba el águila, presente en esta insignia, el número y el nombre por el que se conocía. Por ejemplo, «Legio III Cyrenaica». No iba, como en las procesiones, la leyenda «Senatus populusque romanus», presente en otras inscripciones del Imperio.

También en los rasgos físicos hay diferencias. Los esqueletos de soldados romanos han demostrado que eran pequeños y muy fuertes, ejercitados por cargar la «impedimenta», es decir, las partes del campamento que se repartían los soldados para el transporte a razón de unos 30 kilos por cabeza. También los caballos eran de poca alzada y no es probable que se empleasen para subir la cruz, que se haría mediante un sistema de poleas. Tampoco es infrecuente que tuvieran esclavos, como aparecen en los misterios, aunque en la Palestina de aquella época serían más asiáticos que africanos.

Los dos arqueólogos preparan ahora la conferencia que ofrecerán el 27 de abril en La Compañía bajo el título de «La imagen de Roma en la Semana Santa» profundianzando en estos aspectos.

Eso con respecto al Imperio, pero, ¿qué hay de los judíos? La vestimenta de los apóstoles ha tendido a la idealización y el simbolismo, pero no ha sucedido así con el resto de personajes. Sebastián de la Obra, director de la biblioteca de la Casa de Sefarad, señala uno de los elementos más fidedignos: el pectoral que lleva la figura de Anás del paso del Perdón. «Los miembros del Sanedrín son los primogénitos de la tribu de Leví y los sumos sacerdotes llevaban este pectoral con doce piedras preciosas, semipreciosas o cristales, que simbolizaban las doce tribus de Israel. Dentro iba una pequña Torá», cuenta De la Obra, que recalca como el trono dorado en que se sienta Caifás en el paso de la Redención tampoco era ajustado a la realidad. En el Perdón está también la menorah, «que era el candelabro del templo, con las siete candelarias».

Más estudiado está el sufrimiento de Cristo. Los arqueólogos recuerdan que no pudo cargar con la cruz completa —sólo con el patibulum, o palo horizontal— y recuerdan que no estuvo muy alta, sino con los pies casi al nivel del suelo, según se ha sabido de la investigación sobre un castigo que se reservaba a esclavos y malhechores.

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