Córdoba

sol921

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Pleno de Dolores

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Día 31/03/2012 - 10.00h

UNO de los inconvenientes de convocar un pleno el Viernes de Dolores es que se te puede cumplir la profecía. Pues eso. Ayer se cumplió la profecía y el debate municipal transitó por un Vía Crucis de espinas y bronca sin precedentes. El calvario empezó a la hora en que comienza cualquier plaga bíblica. Con la fresca. Cuando los agentes del orden cortan la calle y ponen la ciudad patas arriba diga usted que el Apocalipsis municipal está a punto de atravesar la ciudad. Todo lo que vino después está escrito. O sea. El dolor es un sentimiento incuantificable, no decimos que no, pero el concejal Bellido arrastró la cruz de su intervención por un calvario de improperios, agravios y otras ofensas que no conviene reproducir en estas páginas. Se le vio al hombre cargar con el madero del plan de ajuste en medio de un mar de insidias que hacían inaudible cualquiera que fuese su argumentación. Y seguro que la había. Pero no la pudimos escuchar. Ya empezó con el pie cambiado cuando intentó aligerar el ambiente con una ironía que no fue suficientemente entendida. Cuanto gozo siente uno, vino a decir, al contemplar el interés que despierta el asunto que hoy nos trae. No hace falta subrayar que la frase cayó en la sala como cae un puñado de peladillas en un bautizo.

Fue entonces cuando el presidente del pleno comprendió que el peso de la cruz era mucha carga para un simple concejal de Hacienda. Primera parada. Los concejales abandonaron la sala en medio de un vendaval de invectivas. Podemos decir sin exageración que sobre las bancadas del público estaban todos los damnificados del universo. Los de la escuela infantil, los de la residencia, los de la policía local, los de Cecosam, los del Imdeec y no se sabe cuántas causas más. Ignoramos de quién fue la idea pero el edil de Hacienda volvió a echarse sobre sus hombros el madero del plan de ajuste y dio algunos pasos tambaleantes sobre Vía Dolorosa. Un ciclón de improperios volvió a hincarlo de rodillas mientras el presidente clamaba indulgencia democrática, por el amor de la Constitución. En vano. Las aguas se calmaron cuando tomó la palabra el señor Aumente. Lógico: un edil de la oposición. No es lo mismo navegar en medio de la tempestad que en aguas mansas. El señor Tejada fue incluso vitoreado. Lo que cambian los tiempos. Hasta se pudo escuchar un «muy bien, Paco» entre el público, que es como decir borrón y cuenta nueva que ya vuelves a ser de los nuestros. La segunda parada del calvario se produjo cuando Bellido quiso tomar la palabra. A quien se le ocurre. No era ayer el día para celebrar la fiesta de la democracia y algunos señores concejales no parecieron entenderlo así.

Entonces se vio que la táctica era aburrir al respetable y colocarlo al límite de la inanición. Alguien debió pensar que los viernes no estaban hechos para hacer la revolución y que, más pronto que tarde, los damnificados buscarían el bar de guardia para resolver los problemas fundamentales del país. Como se ha hecho siempre. Craso error. Fue en ese momento cuando se escuchó a coro, como un himno proletario, una frase que hará historia de los plenos municipales: «No nos aburrimos». No, desde luego, un Viernes de Dolores.

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