Me imagino que muchos habrán recibido la llamada, a horas intempestivas, de alguna empresa que oferta servicios de telefonía
Día 13/06/2012 - 10.04h
Imagino que muchos de ustedes han recibido -suele ser por lo general a horas bastante intempestivas- la llamada de alguna empresa que presta servicios de telefonía y del mundo de las comunicaciones. En dicha llamada, casi siempre una voz femenina y frecuentemente con acento de algún país de Hispanoamérica, se nos pregunta nuestro nombre para, a continuación, decirnos que se nos va a hacer una oferta tan ventajosa que resultará irrechazable. Se refiere al contrato de algún tipo de servicio de la mencionada empresa. La lista de servicios que se nos ofrecen es larga: línea telefónica, telefonía fija, telefonía móvil, llamadas de teléfono fijo a móvil, de teléfono móvil a fijo, de teléfono móvil a móvil, de teléfono fijo a fijo… A ello se añade una línea de internet -comúnmente denominada en el lenguaje esotérico por sus siglas de ADSL- que va a tener una velocidad de vértigo y no sé cuántas cosas más. A esas «no sé cuántas cosas más» es a lo que quiero referirme. Entre ellas se encuentra la televisión.
La oferta de televisión en España es muy variada y se ofrecen cientos de canales por un determinado precio mensual, al margen de aquellos eventos o películas que uno desee contratar de forma específica. Pues bien, días pasados recibí una de esas llamadas. La voz era de una señorita y la hora era intempestiva. Era de la misma compañía con la que tengo contratados algunos de esos servicios y me ofreció algo que, en principio, me resultó extraño: ampliar dichos servicios y rebajarme el precio. La verdad es que, al principio, me escamó, si bien luego pensé que la competencia es muy dura, la situación difícil y las citadas compañías están dispuestas a amarrar a sus clientes como sea. La oferta era tentadora, además me ofrecía Imagenio. Confieso mi ignorancia, había oído campanas, pero no sabía muy bien quera eso de Imagenio y pregunté. Mi ignorancia, no me cabe duda, sorprendió a quien me hacía la tentadora oferta. Lo que no me gustó fue su tono voz, al decirme con suficiencia:
-¿No sabe lo que es Imagenio?
Me sentí disminuido ante mi ignorancia, pero decidí no rendirme y contraataqué:
-No lo sé. ¿Usted sabe quien fue Luis II de Baviera?
Percibí su titubeo a través del teléfono. Había dado en el clavo. Aquella señorita no tenía idea de quié n era Luis II de Baviera.
-No, señor -su voz se había encogido.
-Pues a usted le pasa con Luis II de Baviera lo mismo que a mí con Imagenio. ¿Le importaría explicarme ahora que es eso?
Lo que me dijo, aproximadamente, fue que es el nombre comercial de la televisión digital de la compañía en cuestión que llega a través de la tecnología de internet. Hice un nuevo contrato, era de carácter verbal y electrónico. Yo iba respondiendo afirmativamente al rosario de servicios que me enumeraba y a los precios que se me ofertaban. Era por doce meses, buscaban mi vinculación contractual. Antes de despedirse, me preguntó:
-¿Le importaría decirme quien era Luis II de Baviera?
No había retintín en su pregunta y me dio las gracias por la respuesta.