El quiosquero de El Tablero Rafael Guillén, mientras observa cómo desmantelan una de las cafeterías más conocidas de la ciudad (Paccio, antigua Serrano) tan sólo dos años después de su reapertura, está convencido de que la única fórmula para combatir la crisis es «trabajar y trabajar de sol a sol». Sin vacaciones desde hace 8 años, excepto los únicos tres días en los que no hay periódicos (Viernes Santo, 25 de diciembre y 1 de enero), abre los portones de su quiosco a las 6.30 horas de la mañana y echa el cierre a las 21.00. «Soy autónomo, si me voy de vacaciones no gano nada. No me lo puedo permitir, y menos ahora, cuando las ventas han caído un 30 por ciento», afirma. Con la esperanza de que el mercado se recupere y en dos años pueda volver a tener vacaciones, Rafael calcula que si antes echaba unas 10 horas en su kiosco, ahora pasa 12. «No hay más remedio», dice, resignado.
Frente al suyo, otro de los establecimientos más conocidos del barrio es la tienda 24 horas. Detrás del mostrador, Rosalía Prieto asegura que la crisis la lleva como buenamente puede. Los turnos horarios y el salario no han cambiado -ya están bastante ajustados-, pero en casa no se puede bajar la guardia. «Mi pareja y yo estamos pendientes de no dejar luces encendidas, de utilizar el aire acondicionado lo menos posible, y en cuanto pasan las horas de calor, ir a la calle a tomar el fresco», comenta. Para llenar la nevera, se buscan las ofertas en el super.
Una receta contra la crisis en la que coincide una limpiadora de uno de los establecimientos de hostelería de la zona, que prefiere mantener su anonimato: «En casa, en lugar de usar los dos coches, llevamos meses utilizando sólo uno, y si hay que ir a varios supermercados a buscar ofertas de ultima hora, pues vamos», reconoce sin tapujos mientras baldea una terraza. «Nuestro horario no ha cambiado ni la nómina, pero sí se nota que hay muchísima menos clientela, de hecho ya no se sirven desayunos», admite.
Junto a ellos, la cafetería El Tablero es la única que permanece a pleno rendimiento a las 10.00 horas sirviendo desayunos. Uno de los camareros del local, Daniel, manifiesta que «la receta contra la crisis te la digo yo: trabajar y echar más horas». Mientras, el cocinero de este bar, Roberto, sirve sin descanso tostadas y cafés a los que aún quedan por la zona en agosto, que son bastantes.
En el Centro de Córdoba, «la situación no es más fácil», reconocen desde la cafetería Córdoba Centro (antigua Serrano), en la calle Jesús y María. Su gerente, Pedro Luque, admite que los precios se han mantenido, pero que hay que echar muchas horas para sacar adelante el negocio, más concretamente «desde las 7.00 horas hasta las 22.00 de la noche».
Carta ajustada
La situación se repite en establecimientos de hostelería como La Montillana, donde cada seis meses se introducen nuevos platos y se ajustan precios, apunta Javier, uno de los trabajadores. «Sin embargo, la carta es bastante asequible con una relación muy buena entre la calidad y el precio. Por 20 euros se pueden hartar de comer cuatro personas», dice.
El turismo nacional procedente de Barcelona, Valencia o Madrid se da la mano con el extranjero y la crisis parece no notarse demasiado en este rincón de la céntrica plaza de San Miguel donde, de momento, los sueldos y los horarios permanecen inmutables.
A pocos metros de esta taberna, en la peatonalizada calle Cruz Conde, la nueva yogurtería Yogurberry se esfuerza por dar en su primera temporada abierta el mejor servicio y calidad a sus clientes. La fórmula para sortear la crisis no es otra que trabajar mucho más, pero, según explica una de las empleadas, ellos no son los que echan las horas, sino la propietaria del establecimiento, María Jesús Gago, quien, además, está pendiente de fijar su clientela a través de cartillas descuento, «toppins» de regalo en los helados y un cuidado selecto a la clientela.
