Su constancia, compromiso con la Justicia y sentido de la responsabilidad han contribuido en la resolución del que, sin duda, será el caso por el que será recordado
Día 09/09/2012 - 10.15h
Constante y responsable». Son los calificativos que, según sus conocidos, mejor definen al juez José Luis Rodríguez Lainz, titular de Instrucción número 4 de Córdoba y encargado del «caso Bretón».
Precisamente, esa tenacidad ha sido fundamental para arrojar luz a la enigmática desaparición de los hermanos Ruth y José. Desde el principio, el togado fijó su mira en la hoguera que el padre de los menores hizo el día de autos, el 8 de octubre, en la parcela de Las Quemadillas. Y, pese a que los primeros indicios le instaban a fijar su atención hacia otras hipótesis, Lainz nunca cejó en su empeño por desvelar el qué y porqué de aquella fogata.
Ahora, a la vista de los últimos informes (tres en total), sus peores vaticinios parecen cumplirse. Los dos hermanos de 2 y 6 años no llegaron a salir nunca de la finca. Fueron quemados allí por su padre.
Este juez de 45 años y natural de Melilla se ha dedicado en cuerpo y alma al Derecho. Accedió a la carrera judicial en 1991, después de aprobar la oposición «a la primera», como recuerda quien fuera su preparador, el magistrado presidente de la Sección Tercera de la Audiencia Provincial, Francisco Sánchez Zamorano. «Era un alumno aventajado y un opositor modélico. Jamás faltó a ninguna clase. Además, siente un gran compromiso con la justicia, es un hombre muy inteligente, un gran juez. Y este asunto lo está abordando con mucha prudencia».
Su primer destino, en el año 1992, fue el Juzgado de Primera Instancia e Instrucción número 3 de Écija. Más tarde se hizo cargo del Primera Instancia 8 de Huelva, hasta que en el año 99 consiguió destino como titular del cuarto Juzgado de Instrucción de Córdoba, donde aún sigue.
Cuenta en su haber con más de 400 artículos publicados y varios libros que versan, en su mayoría, sobre la intervención judicial en las comunicaciones. «En esta materia es un auténtico experto», afirma un letrado. Esto explica la soltura y minuciosidad que ha demostrado en una de las cuestiones clave en el «caso Bretón»: la localización del imputado a través de la señal de su teléfono móvil.
Lainz domina los términos, conoce perfectamente los dispositivos y programas, como el Latitude, que le ha servido para situar perfectamente a José Bretón el día de autos y establecer, de este modo, una cronología temporal de sus movimientos.
Entre los títulos de sus textos, figuran «La intervención judicial en las comunicaciones telefónicas», «Intervención judicial en los datos de tráfico de telecomunicaciones y comunicaciones electrónicas», «La confesión del imputado derivada de prueba ilícitamente obtenida» o «Juzgado de Violencia sobre la Mujer y Juzgado de Guardia», entre muchos otros.
Igualmente, ha protagonizado ponencias de diversa índole, abordando temas como la investigación policial del crimen organizado, la mediación en el Derecho Penal de adultos o los delitos contra los sentimientos religiosos (esta última, en la Facultad de Derecho de la Universidad de Córdoba el pasado 4 de mayo de 2011).
Quienes han trabajado con este togado lo definen como un profesional «eficaz», que «sabe muy bien lo que hace y nunca toma decisiones a la ligera».
Todos los autos relativos al caso de los menores desaparecidos están más que bien argumentados. Cada vez le restan menos piezas del puzzle por colocar. Y su actuación a lo largo de toda la instrucción, que dura ya once meses, ha sido intachable, a excepción de la reconstrucción realizada el pasado mes de octubre en el Parque Cruz Conde, que generó muchas críticas contra el togado por haber escogido el momento menos apropiado para la realización de una diligencia que congregó a propios y extraños en torno al cordón policial.
Cabe recordar que la curiosidad de decenas de ciudadanos dificultó la ejecución efectiva de la prueba, además de colocar al sospechoso en una situación muy incómoda, puesto que fue objeto de insultos y vejaciones.
Esta decisión choca con su carácter «reservado e introvertido», según apunta un compañero de Lainz. No todos son elogios. Algunos reprueban su actitud altiva. «Se presentó a la presidencia de la Audiencia con tan sólo 45 años». Pero la mayoría de las personas consultadas elogia su afabilidad en el trato.