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Arrozales sevillanos / Nieves Sanz
Recolección del grano

Arrozúa denuncia que el arrozal será «unas salinas» en pocos años

La cooperativa augura una pésima campaña debido a la sal del agua con el que riegan el cultivo en la margen derecha

8 noviembre 2020, 07:00

Con más del 80% de la cosecha de arroz ya recolectada, las perspectivas de producción de la cooperativa Arrozúa han dado un giro de 180 grados, y no precisamente a mejor. Así, lo que a priori se presentaba como una campaña más optimista que la de 2019, (que ya fue desastrosa para la entidad debido a la sequía y al alto grado de salinidad del Guadalquivir), conforme ha ido avanzando la siega del grano se ha ido esfumando ese ánimo inicial, tornándose en los peores augurios: «La campaña 2020 será igual o incluso peor que la anterior», lamenta el gerente de Arrozúa, Antonio Llopis.

La producción anterior contó apenas «con unos 89 millones de kilos de arroz, y por lo que estamos viendo estos últimos días, es posible que en esta campaña no alcancemos siquiera los 80 millones de kilos en la cooperativa, cuando hemos llegado a cosechar hasta 130 millones de kilos».

La razón principal de esta merma productiva vuelve a ser «la salinidad del agua con la que regamos», critica Llopis, ya que «el 24% de las 12.500 hectáreas que cultivamos en Arrozúa se sitúa en la margen derecha del Guadalquivir, donde el cultivo se riega íntegramente con agua del río, a diferencia de los arroceros de la margen izquierda, que lo hacen con agua de pantano».

Un «mazazo» para la economía

El gerente explica que pese a que este año la climatología ha sido «algo mejor» y la calidad del agua del Guadalquivir «no ha sido tan mala como en 2019», «el resultado para los arroceros va a ser incluso peor que en la campaña anterior, lo que supone un enorme mazazo para la economía de la zona».

En este sentido, explica que «en los últimos cinco años, las producciones de arroz están yendo significativamente a la baja», y apunta directamente a la inundación de las tablas con agua de mala calidad como una de las posibles causas. Y es que tras el fangueo, la normativa de ayudas agroambientales al cultivo del arroz obliga mantener los arrozales inundados hasta el 15 de enero.

«Antiguamente, esta práctica la hacían una serie de agricultores que no querían que saliera hierbas al año siguiente y dejaban las parcelas de arroz inundadas. Pero lo hacían con agua buena», enfatiza Llopis. «Pero como el río en los últimos cuatro o cinco años se ha salinizado de forma tan alarmante, el agua con el que hoy día inundamos las parcelas está contaminando las tierras, y cada año se vuelven menos productivas».

De hecho, el gerente de Arrozúa denuncia que «si no se actúa urgentemente, en pocos años el arrozal se convertirá en unas salinas». Así, señala que «las parcelas que se queden inundadas con el agua que hay hoy en el Guadalquivir para el año que viene tendrán todavía más sal, así que se le da una solución inmediata al sector productor o en dos o tres años no habrá quien siembre arroz en esta zona», apostilla.

«El agricultor que coja este año 4.500-5.000 kilos por hectárea le va a costar el dinero, no va a tener para pagar gastos, y esta situación se puede aguantar un año, no más. Sobre todo, porque sabe que si esto no se arregla, el año que viene volverá a perder, y el otro, más todavía». La situación «empieza a ser insostenible», subraya Llopis, que añade que «el único aliento que nos queda es que, al menos, la salinidad no está repercutiendo en la calidad del arroz, que sigue siendo excelente».

Alternativas

El sector arrocero en conjunto está trabajando con la Consejería de Agricultura y se están estudiando posibles alternativas a la inundación de las tablas. «los arroceros estamos dispuestos a hacer analíticas de tierra y todo lo que haga falta para constatar científicamente ese aumento de salinidad de los suelos que podría estar reduciendo cada año a la cosecha de los arroceros en la margen derecha», afirma.

Por lo pronto, la cooperativa Arrozúa, con las perspectivas de una cosecha tan baja, se ha visto obligada a renunciar a una ampliación de suministro de arroz en las grandes cadenas de supermercados. Cabe recordar que el arroz fue uno de los alimentos que más incrementó sus ventas en el anterior confinamiento motivado por el Covid-19. Con los contagios de nuevo disparados y con un posible nuevo encierro de la población en el aire, «la distribución está demandado más arroz, pero tendrán que recurrir a arroces de importación», lamenta el gerente.

Proyectos paralizados

Ante esta situación, la cooperativa Arrozúa ha paralizado todas sus inversiones, ya que «no tenemos seguridad de que el año que viene la situación vaya a ser mejor. De hecho, nuestra facturación está cayendo, y si en 2019 cerramos la campaña con 45 millones, este año es muy posible que nos quedemos alrededor de los 40 millones».

Así, la modernización de la industria de empaquetado y la sustitución de maquinaria «se ha paralizado por lo pronto», al igual que el proyecto de instalación de placas solares para alimentar con energía solar la planta de descascarado y el molino de arroz blanco.

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