En los últimos decenios del Califato, la superficie de
Córdoba era considerablemente superior a la que tiene actualmente. El núcleo de la
Córdoba califal estaba constituido por un recinto amurallado de cuyas fortificaciones
quedan aún hoy importantes vestigios. Sobre este territorio fue donde se asentó la
Córdoba romana, junto al puente sobre el Guadalquivir, enclave al que tanta importancia
le ha conferido la ciudad desde sus orígenes.
La medina en la que se hallaba, además de la
mezquita, el palacio de los califas y el zoco, símbolos de la vida espiritual, política
y económica no era más que una parte de la aglomeración cordobesa. El recinto
amurallado resultó muy pronto excesivamente reducido para albergar a su población, y un
nuevo barrio, la Axerquía, situado en la parte oriental de ella y rodeado muy pronto de
una muralla propia, acogió una buena parte de la vida artesanal y comercial de Córdoba
que se extendió también hacia el norte y hacia el oeste, en dirección al nuevo centro
de poder instaurado por Abderramán III, la ciudad de Medina Azahara.
Este último barrio occidental debió ser
considerablemente extenso, pues existen textos que aseguran que se podía ir desde el
recinto amurallado de la ciudad hasta Medina Azahara sin dejar de transitar por zona
urbanizada. Tal extensión superficial, que estuvo en algún momento rodeada por un foso
defensivo, induce a pensar que la población de Córdoba fue extraordinariamente abundante
durante el esplendor califal. Fuentes documentales de este período reflejan que Córdoba
albergaba más de 270.000 casas y alrededor de 80.000 tiendas, cifras que de ser ciertas
arrojaría una cifra de población cercana al millón de personas, cifra que algunos
autores reducen a la mitad.
Volver