Que si hace extraños con el césped mojado, que parece un balón de playa, que no combina con los colores de las cintas de pelo... Desde que comenzara el Mundial, no hay día en el que algún jugador no muestre sus reticencias ante el Jabulani, el polémico balón del torneo. Aunque tras lo demostrado en el Paraguay-Japón, más de un futbolista debería comenzar a declararse culpable del delito de “maltrato al esférico”. Con el agravante añadido, de ser en los octavos de final de un campeonato del Mundo.
Y no será porque ambos equipos no echaran el resto en lo deportivo. Durante dos horas, tanto paraguayos como nipones, se dedicaron a la práctica de una versión edulcorada del baloncesto, en el que el balón apenas rodó unos segundos por el terreno de juego. Hubo personales, mucho juego en zona... pero de fútbol, poquito.
Es cierto que el seleccionador sudamericano, el “Tata” Martino ya había avisado que una de las claves del partido sería el juego en las alturas, pero cuando uno comienza a gestionarlo desde el área propia, es que algo funciona mal en sus esquemas mentales.
En defensa del técnico “guaraní”, no es fácil contar con un jugador como Néstor Ortigoza. Por físico y posicionamiento táctico, el de Argentinos Juniors recuerda a Javier Mascherano, pero también es cierto que el centrocampista es incapaz de dar dos pases seguidos sin que al resto de compañeros les entre narcolepsia.
Lo que no tiene perdón es lo de Óscar Cardozo. El delantero se hartó durante la pasada temporada a marcar goles con el Benfica, y contra Japón se vio relegado a ver los toros desde la barrera hasta la prórroga. Y no será por el exitoso Mundial de Roque Santa Cruz.
Así que ante esta defensa absoluta del antifútbol, a los treinta minutos, Daisuke Matsui, el único que junto a Keisuke Honda parece saber de qué va esto, prefirió pegar un zapatazo al esférico antes que entregárselo a sus compañeros. Aunque con tan mala fortuna que se estrelló en el larguero.
Poco antes, en el único acercamiento con peligro de los sudamericanos, Lucas Barrios, sólo ante el guardameta nipón, disparaba a las manos del arquero.
Mientras, en la banda, el entrenador japonés -Takeshi Okada-, ya no sabía si hacerse el harakiri o revender su entrada para volver a casa.
Para la segunda parte, y pese a un comienzo ciertamente prometedor de los nipones, con un cabezazo de Tanaka que se marchó desviado, la única emoción era ver qué equipo pisaba el área rival en menor número de ocasiones antes de llegar a la prórroga. Y el empate, por su nulidad, fue casi técnico.
Ya en el añadido, Valdez a punto estuvo de evitar la suerte de los penaltis, pero su disparo fue bien respondido por Kawashima. Un acierto que poco después sería dado al traste por Komano, al errar el único lanzamiento de los japoneses desde los once metros.
Paraguay, por primera vez en su historia, en cuartos. El esférico todavía se lamenta.
