El periodismo no es el oficio más viejo del mundo, pero sí uno de los que más interés ha despertado en el género de la ficción a lo largo de los años. El último ejemplo se enmarca dentro de la literatura gracias a Tom Rachman, periodista en su momento y escritor hasta nuevo (y esperemos tardío) aviso, quien pasa revista a la profesión en «Los imperfeccionistas» (Ediciones Urano). Una novela con claros tintes autobiográficos (Rachman trabajó para la agencia AP y como free lanceen el «International Herald Tribune de París») en la que narra con sutil destreza narrativa las andanzas de un periódico ubicado en Roma, desde su fundación hasta su época gloriosa y difícil supervivencia.
—Trabajó como periodista y en su primera novela se atreve a sacar a la luz todos los trapos sucios de la profesión. ¿Por qué? ¿Qué objetivo perseguía con esta novela?
—En los libros y en las películas a los periodistas se nos retrata como personas valientes en busca de la verdad o como personas egoístas en busca de poder. Ninguna de esas descripciones es exacta. Cuando escribí esta novela, lo que quería era contar relatos apasionantes, pero también proporcionar a los lectores una mirada interna a los medios, una visión más precisa de esta actividad tan influyente.
—Parece que en ciertos momentos la novela caricaturiza la vida diaria en un periódico, pero en otros es tan real como las propias noticias. ¿Qué porcentaje de verdad y qué de invención encontramos en el libro?
—Los personajes y las historias son completamente inventadas, pero el ambiente periodístico ha sido extraído de mi experiencia en Nueva York, Roma, París y otros lugares durante una década en este oficio. Quise retratar este mundo de la manera más fiel posible, y me alegra que otros periodistas se hayan visto reflejados en el libro.
—Los personajes están construidos con la precisión milimétrica de un cirujano... o de un periodista. ¿Por qué decidió llamar a la novela «Los imperfeccionistas»?
—Un perfeccionista es alguien que no descansa hasta que consigue un resultado ideal. Sin embargo, muchas veces termina defraudado. La idea de un «imperfeccionista» es mucho más entrañable: una persona con defectos que, por más que lo intente, comete errores garrafales. Esta descripción se ajusta a todos los personajes principales de mi novela, desde el director y el jefe de redacción hasta los corresponsales y los colaboradores. Otra razón para el título es que el periodismo es en sí una actividad imperfecta. Se basa en transmitir una impresión de exactitud, pero es muy frecuente que los hechos sean turbios. De modo que un periódico, igual que todos nosotros, trata desesperadamente de mostrarse más perfecto de lo que es.
—Teniendo en cuenta los nuevos y difíciles tiempos a los que el periodismo está obligado a adaptarse, ¿cuál sería su definición de periodista?
—Hay muchas variedades de periodismo y cada una de ellas requiere un talento diferente. Un corrector debe ocuparse de lo pequeño, mientras que el jefe de redacción tiene que ocuparse de lo grande. Algunos reporteros pueden tener éxito siendo agresivos, mientras que otros llegarán lejos si son discretos. Los mejores periodistas tienen discernimiento y claridad de expresión. El peor de los vicios es la vanidad: olvidar que el periodista es el vehículo, no la noticia.
—Hay un viejo dicho que, por desgracia, suele escucharse con frecuencia en las facultades de periodismo: «No dejes que la realidad te estropee una buena historia». ¿Cree que a día de hoy eso sucede?
—En todos los medios en los que he trabajado valoraban estrictamente la verdad; a cualquiera que atraparan falsificando datos lo despedían sin vacilar. La presión de generar artículos sobresalientes es tan intensa que algunos periodistas insensatos manipulan los datos en ocasiones. Sin embargo, el riesgo de ser descubiertos es tan alto que no creo que se produzcan fraudes importantes con frecuencia.
—No vamos a desvelar el final del libro, pero, en su opinión, ¿qué futuro le espera al periodismo escrito?
—No tengo dudas de que sobrevivirá. Cambiará siguiendo el rumbo de la tecnología, pero siempre habrá necesidad de información oportuna. Dicho esto, los actuales problemas económicos de la prensa hacen que ésta no sea una buena época para el periodismo.
—Para una primera novela ha cosechado críticas inmejorables. ¿No le da miedo, no cree que es demasiada responsabilidad para los siguientes libros que escriba?
—Estoy encantado con las críticas y tendría que ser un pesimista increíble para que me preocuparan. Que hablen bien del libro hará que la gente quiera comprarlo, y lograr llamar la atención es casi lo más difícil de la edición.






