Toros

sol921

Toros

En el coso de la calle Játiva

El Juli une técnica y ambición: oreja y oreja, que pudieron ser tres en el coso valenciano, de público tan bondadoso

Día 22/07/2010 - 23.56h
En el coso valenciano, de público tan bondadoso, prosigue su marcha imparable El Juli. Une técnica y ambición: oreja y oreja, que pudieron ser tres.
Por la mañana, el Museo Taurino de Valencia presenta un vídeo sobre este histórico coso de la calle Játiva: un noble edificio, con una situación única, a un paso de la estación de ferrocarril, en pleno centro de la ciudad.
Esta Plaza —dice el vídeo, con razón— ha sido «lugar de encuentro» de los valencianos desde hace más de un siglo. Cruzó la calle para entrar en él y revolucionar el toreo un joven novillero llamado Juan Belmonte. Aquí actuaron con frecuencia Lagartijo, Rafael el Gallo, Joselito, los infortunados valencianos Fabrilo y Manolo Granero. Aquí compitieron, en el «verano sangriento», Luis Miguel y Ordóñez y, a la puerta, Orson Welles compartió con la gente una gran paella (Canito estaba allí, como siempre, para registrarlo).
La tradicional bondad de este público hizo que aquí se prodigaran las alternativas: en la de Parrita, que le dio Manolete, se cortaron doce orejas, cuatro rabos y dos patas; Julio Aparicio y El Litri sortearon quién tendría mayor antigüedad...
Al concluir esta Feria, se va a reformar el coso centenario: se perderán cerca de dos mil localidades (igual que se ha hecho en La Maestranza) pero se hará más cómodo, con asientos más anchos y todos con respaldo. ¿Para cuándo una reforma así en Las Ventas?
Los cuato primeros toros de Daniel Ruiz han salido manejables, justos de presentación y de fuerzas; los dos últimos, complicados.
El Juli manda
El primero plantea un problema técnico clarísimo, por su querencia a tablas. El Juli lo lleva al centro, lo engancha, impide que se marche. En el platillo, se lo enrosca por los dos lados. Acaba en chiqueros, donde siempre quiso ir, pero ya vencido: primera oreja.
El cuarto parece más flojo y lo deja crudo: se viene pronto y al comienzo plantea problemas. Va haciéndose con él y acaba toreándolo a placer por los dos lados. Una faena clara de dos orejas que, por el pinchazo, se queda en una.
En el segundo, El Fandi sabe tocar la tecla sentimental de este público: después del par al violín, juguetea con el toro llevando en la mano el sombrero del mayoral, con el que brinda. La faena populista prende pero el toro comienza a defenderse y le propina un fuerte revolcón. Entrando de lejísimos, deja una estocada muy atravesada.
El quinto es el garbanzo negro, se queda muy corto y no responde a las esfuerzos del diestro, que lo mata mal.
Sin ponerse puritano, el tercero es demasiado poco toro, eso le quita importancia a todo lo que hace Manzanares, con excelente estilo. El público acaba rendido a su estética pero entra a matar —como en Barcelona , el domingo pasado— de demasiado lejos. También el sexto es muy deslucido y está simplemente correcto.
A Domingo Ortega le llamaban «el domador de toros». Aunque el estilo sea totalmente distinto, así podría llamarse ahora al Juli, en plenitud de poderío.

Feria de San Jaime

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