Visitar el Cortijo del Cura despierta sensaciones enfrentadas, en el sentido de que allí se respira a nuevo y fresco, pero también a soledad. Sus propios habitantes son conscientes de que disfrutan de un enclave privilegiado en la zona de expansión de la ciudad, si bien echan de menos algo más de vida vecinal y algunos comercios donde hacer vida social.
Y es que el «boom» inmobiliario que acabó desatando la actual crisis fue el brillante inicio y ha supuesto, a la vez, el estancamiento del Cortijo del Cura, donde «cualquiera que se venga a dar una vuelta de noche, podrá comprobar que apenas hay ventanas iluminadas por la escasez de vecinos que hay», comenta Cristóbal Cristino.
Pero no hay que engañarse tampoco. Muchos de los habitantes preguntados por este periódico aseguran que acabaron en esta parte de la ciudad atraídos, precisamente, por «la enorme tranquilidad que aquí se vive, y, al menos, eso es lo que vinimos buscando nosotros», confirma María José Porres, que habita, junto a su marido y su hija, uno de los bloques más poblados del lugar, donde de 90 viviendas que tiene hay ocupadas unas 40, aunque vendidas hay 70.
La razón de tanto espacio vacío está en que cuando se empezaron a vender aquellos pisos, cuyos precios no bajaban en ningún caso de los 360.000 euros y que muchos de ellos alcanzaron incluso los 541.000 euros, la crisis frenó en seco la compra de viviendas y ahora, dos años después de aquello, continúa igual. «Y así seguirá por muchos años», vaticina Cristóbal Cristino, hasta el punto de que hay pisos donde ni siquiera se ha finalizado el alicatado de cocinas y cuartos de baño.
Así, este vecino fue desglosando la situación bloque por bloque: «En el de Telepizza no hay ni un vecino; en el de al lado, sólo dos; hay otro con más de 60 viviendas con 20 habitantes; un tercero tiene 12 personas para medio centenar de viviendas... Y en todos tienen que soportar unos pocos el peso de una comunidad muy superior».
«Pero de ahí a llamarla ciudad fantasma, como alguno señaló hace tiempo, pues tampoco», considera, por su parte, otra vecina que prefirió dejar su nombre anónimo, y que citó como principales ventajas de la zona la «comodidad como elemento muy importante, la tranquilidad también y, por supuesto, los equipamientos».
En efecto, María Carmen Luque y Rafi Valle, vecinas suyas, también destacaron que los pisos y las zonas comunes de todos los bloques «dejan muy contentos a quienes los ven». Y es que cuentan con piscina, pistas de pádel, cochera, gimnasio, suelo de tarima flotante, instalación de aire o parque infantil, y, por ello, los precios siguen siendo elevados, a pesar de que muchos se han visto reducidos en más de un 40 por ciento. Para ambas, se trata de una zona «eminentemente residencial», por lo que los espacios comerciales brillan por su ausencia y donde si los hay, especialmente en la calle Cañito Bazán, ninguno se ha vendido o alquilado.
Por no haber, no hay ni un bar donde hacer vida social, ni tampoco panadería. «Esperemos que algún día llegue todo eso», apunta la vecina anónima. Mientras, los vecinos del Cortijo del Cura seguirán siendo los clientes de los establecimientos de María la Judía, Cañito Bazán o Arroyo del Moro.




