Camisetas de algodón dadas de sí y con agujeros incluidos, pitillos en denim descosido y deshilachado, chaquetas ultra ajustadas de cuero desgastado, tachuelas por todas partes… Son los elementos más clásicos de la estética punk. Y el diseñador Christophe Décarnin (ayudado por la estilista parisina Emmanuelle Alt, hoy directora de «Vogue Paris») supo, poco a poco, apropiarse de ellos y reinterpretarlos para la casa Balmain. De esta manera, no sólo renovó el look punk, sino también la emblemática firma francesa de lujo que, en el año 2006, estaba en declive.
Ahora, con la reciente noticia de la salida de Décarnin de Balmain, nos preguntamos si el estilo punk-rock, tan de moda, «morirá» con la salida de su último gran renovador. ¿Será este el último verano de nuestra historia de amor con el rock chic?
El lujo de la transgresión
Desde que triunfaron sus chaquetas marcadas, con ese punto macarra de lujo (las básicas rondan unos 6.000 euros) y sus pitillos ajustados de apariencia «llevo dos tallas menos» («encogidos» al módico precio de 1.500 euros) no se oía hablar de otra cosa en el mundo de la moda que del rotundo éxito de la balmanía.
Las pobres ilusas que intentaron copiar el look en versión casera, y más económica, nunca lo lograron. Y es que el punk de hoy día aparenta las maneras de los Sex Pistols o de los Clash (buen ejemplo es la banda californiana Green Day). Pero la diferencia estriba en que, en los 70, todo era improvisado. No se trata de poner imperdibles en la chaqueta de cuero o de meter la tijera a la altura de las rodillas, como antaño sugería Vivienne Westwood. Tampoco se trata de ir enfundada en un micro-vestido de cuero a lo Debbie Harry, que, además, no haya pasado por el tinte en los últimos dos años. El de hoy es un punk deluxe al estilo de la celebrity Alice Dellal. Aquí no hay lugar ni para las manualidades ni para la guarrerías. Todo es made in Paris a cargo de expertas costureras de impoluta bata blanca. Para hacernos una idea, hasta los rotos están bien estudiados. Y hasta hace poco, en moda no eras nadie si tus rotos no tenían denominación de origen: la de Balmain.
Décarnin llegó a Balmain en una época donde las mujeres necesitábamos un cambio. Un cambio en el fondo de armario, se entiende. El «exceso» de Balmain by Décarnin era la mejor medicina para las que estaban hartas de esconderse detrás de prendas minimalistas y discretas. Hombreras exageradas, que reivindicaban espacio y decían «aquí estoy yo»; pitillos que marcaban curvas sin pedir perdón y tacones de aguja que pedían guerra. Fue el renacer del rock chic y de las bad girls. Por fin la moda volvió a ser divertida.
Gracias a él, y al éxito comercial de sus colecciones, las demás firmas volvieron a inyectar un elemento sexy en sus prendas. Los vestidos eran mini, y las actrices se volvieron locas con ellos. La pionera fue Audrey Tautou en el Festival de Cannes, cuando presentó la película «El Código Da Vinci» enfundada en un vestido blanco con escote palabra de honor y drapeados. Con esa base, se añadieron los botines, como el calzado de rigor para la noche; el chalecos de cuero, como complemento sobre esos vestidos; y, por fin, las chaquetas de hombros exagerados en todas sus declinaciones, desde estampados de cebra hasta el cuero, pasando por el estilo militar. Los pantalones pitillo y tobilleros se agotaban en las tiendas de ropa más asequible (los copiaban) y todo, absolutamente todo, se recubría de tachuelas; incluso, las botas indias de Minnetonka.
Ascensión y caída
Se dice que Emmanuelle Alt tuvo mucho que ver con la estética de las colecciones de Balmain. Ella era una de las estilistas que colaboró con el diseñador desde el principio y también trabajaba de forma fija en la revista «Vogue París»: en sus páginas acababan todas las prendas de Balmain sobre las top del momento. De hecho, se apunta a que fue el tándem Décarnin-Alt lo que realmente lanzó al punk rock al estrellato: desde la pasarela hasta las páginas de la revista más respetada y poderosa del sector, de las boutiques de moda al armario de las fashionistas.
Este verano seguiremos luciendo la tachuela. El cuero rojo se impone, gracias a Isabel Marant, así como las chaquetas en cuero negro o incluso en pitón, de la mano de Burberry Prorsum. El denim ajustado sigue vigente, siempre que esté desgastado o lavado y sea realmente vaquero, y no unos jeans convertidos en leggings (lo que se conoce como jeggings).
Desde la aparición de la primera camiseta blanca con rotos en 2006 hasta hoy, el desfile de Balmain era uno de los más esperados de la semana de la moda de París. Pero ahora la historia es muy distinta. Las francesas, conocidas por su carácter ultra snob, no perdonan ni una. Con Décarnin fuera de la maison parisina y con su relevo pendiente de «alguien de su equipo», la magia parece haber muerto. Por la Rue Faubourg Saint-Honoré circula la noticia de que Balmain ya no es cool, que está demodé. Entonces la pregunta es, ¿quién será el próximo diseñador-fenómeno del panorama internacional? Y en el caso de Balmain, ¿más vale un roto que un descosido?