Feria de Abril

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Feria de Abril

Enganchados a la fiesta

La Feria estaba ayer para disfrutarla. El real empezó tarde a animarse, pero cuando lo hizo estaba para empaparse de él y dar rienda suelta a la fiesta. Mucho ambiente en las casetas, dentro y fuera.

Día 05/05/2011 - 07.58h
Enganchados a la fiesta
GOGO LOBATO 

El real se encajó ayer. Estaba de exposición, para disfrutarlo, cuajado de mujeres vestidas de flamenca, en los que el encaje y el ganchillo rivalizaban como complementos. Hasta el tiempo acompañaba. Había sol, alguna nube que enlucía el cielo y una temperatura que hacía agradable pasear por un recinto en el que lucían alegres los farolillos que se habían colocado en algunas calles el primer día. Eso fue a media mañana porque cuando el real empezó a llenarse, en torno a las cuatro de la tarde, había casetas en las que era imposible atravesar el muro de gente que había en su entrada, tanto desde dentro como desde fuera, porque ayer, como ocurrió el martes, fueron muchos los grupos que optaron por pisar albero para disfrutar de un real en el que conforme avanzaba el día el bullicio hacía difícil caminar y obligaba a entrar en muchas casetas, de lado.

A ese bullicio están bien acostumbrados en la caseta del Círculo Mercantil. Allí su presidente, Salvador Casado, y su vicepresidenta, Ángela Balbuena, nos contaban que esta caseta, que tiene 110 años y es una de las más antiguas y más grandes del real —tiene 2.700 metros cuadrados—, agrupa a 3.200 socios que hacen que atienda a una población de casi 10.000 personas. Vamos, como apuntaba con gracia la vicepresidenta, «esto es como un pueblo». Y para atenderlos bien, cuenta Salvador Casado, durante toda la feria se organizan actividades variadas, desde orquesta a grupos flamenco, que siguen contribuyendo a que la del Mercantil sea una de las casetas de referencia del real.

Tampoco estaba ayer mal de ambiente, ni mucho menos, Juan Belmonte, 37. La caseta destacaba por el mimo y el buen gusto con que se habían decorado esos pocos metros cuadrados. Carmen Piñero, esposa de Manuel Ortega, el propietario, comentó que era su hijo, José Antonio, quien se había encargado de todo, siguiendo la tradición empezada por su padre. El cielo de la caseta era de un encaje tan bonito, puesto con tanto detalle, que llegaba hasta las paredes donde era recogido por un broche de castañuelas; para darle un toque de color en parte del techo, un tramo de encaje de bolillos en tono verde. Pero eso no era todo, había lámparas que llamaban la atención —algunas de ellas traídas de la casa del Rocío, comentaba Carmen—, cornucopias, abaniqueras, cuadros con imágenes de ferias antiguas y centros de flores naturales que lucían de forma espectacular. Con razón la caseta, que tiene más de treinta años de historia, ha sido merecedora de varios premios por parte del Ayuntamiento.

Mucha historia y muy buenos ratos en la feria acumulan también en la caseta de Joselito el Gallo, 175. Allí , la diseñadora Carmen Maza y su hermana Lola, que disfrutaban del buen ambiente de un real que ya se iba llenado de enganches y caballistas, recordaban que la caseta era de su padre, José Maza, y que estaba en el Prado, muy cerca de la de Pineda. Carmen aún recuerda cómo llegaban en coche hasta la puerta, cómo solían pasear por el Parque María Luisa, tan cercano, y que un año se quemó, pero se reconstruyó de inmediato, para seguir adelante con la fiesta. Hoy su familia sigue teniendo esa caseta junto a las de los Jiménez-Planas, Guardiola, Bustillo o Gil Delgado, y siguen disfrutando de la feria a tope, porque, comentan Lola y Carmen, vienen con sus hijos, con los niños y pasan allí horas sin apenas darse cuenta, ya que, como hay tantas generaciones, a cualquier hora está animada.

Animadas estaban ayer en Joselito el Gallo, 106. Reyes Bustamante y Miriam Sepúlveda, quienes se mostraban dispuestas a disfrutar de la feria hasta que el cuerpo aguantase en su caseta, en donde por la noche es tradicional que haya un grupo de flamenquito, o en otra. Muy cerca, en Joselito el Gallo 72, pasaban un buen rato un grupo de amigas que se conocieron en el colegio, en Las Irlandesas, y siguen cultivando la amistad a pesar de que sus vidas profesionales hayan tomado rumbos muy diferentes. Hay varias que se dedican a recursos himanos, otra ingeniero agrónomo y una, Ana Terry, ha decidido arriesgarse, seguir la tradición de su madre y hacer comidas por encargo para empresas y particulares y aunque ha empezado hace poco no se puede quejar y parece que le ve perspectivas a su negocio.

Entre charlas en las que se mezclan los negocios y las buenas sensaciones que se viven en real, el Paseo de Caballos se iba animando, aunque poco a poco. Tania Halcón había aprovechado el buen día para pasear a caballo con su marido y sus hijos, una niña y un niño, mellizos, de cuatro años que, siguiendo la tradición familiar habían empezado a subirse a caballo muy joven —el niño iba con apenas seis meses acompañando a su padre— y eso se notaba en la seguridad con la que estaban encima de los animales, el pequeño con el sombrero y la polaina heredado de su abuelo, el conde de Peñaflor. Tania, impecable vestida de amazona, guiaba a un hermoso caballo de nombre «Ebanisto», nacido en el 92 y que se ha convertido en semental de la ganadería de María Luisa Guardiola. Acostumbrada a muchos años de paseo a caballo en el real de la Feria, comentaba que estaba tranquilo.

Y es verdad, el Paseo de Caballos estuvo ayer bastante relajado, aunque conforme avanzó la tarde hubo algún atasco de caballistas y enganches sobre todo en los cruces, no se sabe si es por la limitación de número impuesta por el Ayuntamiento o que los tiempos que corren se notan, y mucho, en todas partes.

Muy cerquita de la caseta del Ayuntamiento, en un sitio privilegiado, Pepe Luis Vázquez, 61, Marta Prado, Myriam Núñez y la pequeña hija de ésta Casilda Pérez Núñez, ataviada con un original traje de estilo antiguo, contaban que esa ubicación no la consiguieron así como así, sino que han ido rotando por buena parte del real. Primero estuvieron en Joselito el Gallo, luego en Pascual Márquez, donde se llevaron cuatro años, una época que Marta recuerda como de las mejores, cuando su padre Manuel Prado y Colón de Carvajal acudía a disfrutar de la feria y lo hacía, entre otros con Carmen Rossi, y luego hace unos doce años les tocó en Pepe Luis Vázquez. Tanto Marta como Myriam reconocen que disfrutan de la Feria todos los días, desde el mismo lunes del alumbrado.

También vive a tope el buen ambiente de esa caseta, de la que es socio, Philip Werle, un alemán de Colonia que llegó a Sevilla hace unos diez años por motivos de trabajo, exporta cereales, y se enganchó de tal forma a la Feria que consiguió, gracias a unos amigos, integrarse totalmente en ella. Ayer disfrutaba del pletórico día de feria como se debe, con una copa de manzanilla en la mano y departiendo alegremente con Gabriela Bejarano y Manuel Flores, apoyado en la reja.

Hasta la misma entrada de la caseta, en Juan Belmonte,54, empetada de gente, habían sacado ayer unas sillas para disfrutar cómodos del ambientazo que a esa hora, pasadas las seis de la tarde, había en el real, Juan Pablo-Romero, Carlos Pérez Gil-Delgado y Carlos Loring.

Juan Pablo-Romero comentó que de la caseta disfrutan ya tres generaciones. La fundaron allá por los años cincuenta varios socios del casino, gente que pertenecía a la famosa caseta del Aero y que decidieron hacerse con una propia, entre ellos estaban las familias Gonzalo, Carranza y Solís, pero también los Rodríguez-Vizaíno, los Benjumea... muchos de ellos unidos por una fuerte afición a los toros que aún se refleja en la decoración de la caseta y que muchos socios siguen enriqueciendo, cuando no les atrapa, eso sí, el ambiente del real, del que ayer era muy difícil sustraerse. La fiesta estaba a tope y las ganas de disfrutarla persisten.

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