EL gobierno que resulte de las urnas afrontará una legislatura trascendente en la que ya nada volverá a ser lo que fue. Finaliza una etapa del municipalismo español para comenzar otra de incierto recorrido. Y será durante estos dos próximos años cuando suframos los dolores de la defunción y del posterior parto. El actual modelo autonómico y municipal llega a su fin, agobiado por sus deudas, cargas financieras, reiteraciones y solapes. Son previsibles fuertes tensiones para los nuevos equipos, dado que serán necesarios recortes severos en un significativo número de consistorios, Córdoba, por desgracia, incluida.
El sistema institucional diseñado en la Transición presenta síntomas de agotamiento. Lo que fue bueno para la España de los 70, asfixia en la actualidad a las necesidades de una sociedad más dinámica y abierta. Dado que los partidos, auténticos beneficiarios de ese sistema maduro, no harán mucho para reformarlo, tendremos que llegar casi al colapso para que se vean impelidos a cambiar las reglas de juego. Ni las autonomías ni las diputaciones —mucho menos aún los ayuntamientos—, son sostenibles en su actual realidad. Tras las elecciones, la lupa del gasto se centrará en las finanzas de los entes territoriales, por lo que el Ayuntamiento de Córdoba tendrá que realizar un enorme esfuerzo de austeridad para lograr el equilibrio que se le va a exigir. Sorprende lo escaso del debate sobre la materia. Sin duda, los recortes tendrán que ser significativos, y ninguna fuerza política nos cuenta dónde meterá la tijera. ¿Lo harán en sueldos, en número de empleados, en empresas municipales o en inversiones o servicios? No sabemos lo que harán porque no nos lo dicen.
Las encuestas que conocemos anticipan una alternancia de gobierno. José Antonio Nieto es joven y tiene energía e ilusión. Va a necesitarlos para acometer una tarea ingente. Mucho ánimo y a torear, que los buenos toreros se miden con toros fieros.



