O crean que es la delantera del Olympique de Lyon. Es un resumen muy sui generis y filosófico del cordial encuentro que ABC mantuvo ayer con Juan Pablo Durán. Cordial, agradable y con enjundia. Entre sus medidas, insistió mucho el candidato socialista en que fomentará el llamado «contrato social» para combatir la exclusión de grupos de riesgo. Por ejemplo, dándoles trabajo en Sadeco y otras empresas parecidas. Me parecerá bien siempre que sirva para dignificar la vida de personas o familias en paro insertándolos en el mercado laboral. Lo rechazaré si ese «contrato» se prefigura como un arma potencialmente clientelar.
Le dije que ya que había resucitado a Rousseau no estaría mal que el PSOE resucitase también a Montesquieu con medidas para robustecer un sistema cada vez más contestado —división real de poderes, por ejemplo—, y le pregunté por las protestas sociales del 15-M. Con sinceridad, Durán reconoció la distancia que hay entre políticos y pueblo, y fue autocrítico con esa burbuja en la que vive instalada la clase política. Se agradece. También dijo que, a partir de ahora, intentarán trabajar y ocuparse más de los problemas reales y dejarse de rifirrafes de polémica partidista. ¡Qué bien!, pensé. Pero, como hemos empezado futboleros, me acordé de Mou y le repregunté: ¿Por qué a partir de ahora sí, y antes no? ¿Por qué?
Pero, ¡ay, amigos! esa pregunta no la contestaré yo. Tampoco Durán ni, me temo, ningún candidato. Para eso está Hegel. Sí, el del idealismo. El que decía que las cosas y la vida se dividen en dos conceptos antagónicos: lo que es, y lo que debería ser.



