Eran las nueve de la mañana. El aire estaba azul y el cielo limpio. Olía a juncia y a romero, pero el jazmín amagaba ya su competencia estival. Era la procesión del Corpus, que mostró ayer una de las pocas ocasiones en que es dado que se celebre con el verano ya aposentado en sus reales calurosos.
Las nueve y media. El respetuoso silencio que mostraba la expectación ante la salida del prodigio eucarístico de la Custodia de Arfe se rompió cuando el paso dirigido por Rafael Sáez y David Simón Pinto se recortó bajo el arco de bendiciones: las campanas estallaron en una intensa vibración que se tiñó de alto azul y las cornetas de la Brigada hicieron derramarse la marcha real por piedras y naranjos.
Subió la comitiva pisando la juncia y el romero para extraer mejor su aroma puro ante el Pan Sacramental. En cabeza, la banda de música de Villanueva de Córdoba arrancó con «Triunfal» y prosiguió con «El Corpus» y otras marchas eucarísticas. Tras el paso, el obispo cargaba con su responsabilidad pastoral y con una impresionante capa pluvial blanca, bordada en oro, joya del tesoro catedralicio.
Las autoridades, esta vez, estaban más que dignamente representadas: hacía tiempo, por ejemplo, que no se veía a un alcalde en la procesión de la Custodia. El flamante regidor, el popular José Antonio Nieto, participaba por primera vez desde que recibió el bastón de mando el 11 de junio en un acto multitudinario y fue objeto de muchas miradas entre los presentes.
Lluvia de pétalos
Altares efímeros pero hermosos arropaban el trayecto: la hermandad Universitaria, la de la Sentencia con la Virgen de la Alegría, la de la Merced, las de la Trinidad, el Carmen de San Cayetano, la Misericordia, el Amor, el Remedio de Ánimas, la Expiración y el Santo Sepulcro habían sacado, y llovieron también de vez en cuando pétalos sobre el trono del Sacramento. Y conforme la comitiva se acercaba a las Tendillas, aumentaba el número de acompañantes y se ralentizaba la marcha, como todos los años.
A las once menos cuarto el obispo inició su alocución en las Tendillas, ante un millar de fieles. El sol daba de lleno en la plata del altar del Ayuntamiento, en los densos bordados en oro, en los altos candelabros y en la cruz de madera con paño de soledad que presidía el altar sobre un fondo de terciopelo rojo.
Mensaje del obispo
Y fue un mensaje corto, de apenas seis minutos, pero denso de contenido y con llamadas en las que subía la voz. «No tengáis miedo a mostrar vuestra fe, que no nos dé vergüenza ser cristianos y actuar como tales, estemos donde estemos», dijo dirigiéndose a los presentes.
«No tenemos que ocultar nuestra identidad cristiana y católica, sino todo lo contrario para de esa manera poder construir un mundo mejor», manifestó en un tono abiertamente reivindicativo.
También recordó que era el día de la Caridad, y pidió la ayuda de los cordobeses: «Cáritas —afirmó— da de comer hoy a miles de personas en Córdoba. Pidamos a Cristo que pase esta crisis que sufren especialmente los más necesitados».
Igualmente, solicitó «paz, respeto a la ley de Dios, al quinto mandamiento, al sexto, al séptimo, ¡no robarás!, porque hay bienes para todos».
Terminó con unas palabras en las que animó a todos los presentes a acudir a Madrid el próximo agosto para estar con Benedicto XVI en la Jornada Mundial de la Juventud, y mostró su respeto y agradecimiento a las autoridades por su presencia. Recientemente, la Cruz de los Jóvenes ha recorrido la provincia recordando a todos la cita del 16 al 21 de agosto en las jornadas para reivindicar el papel de la juventud dentro de la Iglesia.
Después impartió la bendición, mientras la banda de la Brigada repetía la marcha real entre los aplausos de los congregados y la posición de firmes —sin presentar armas— de los soldados que desfilaron.
Y se volvió a configurar el cortejo para retornar a la Catedral. No había llegado aún el mediodía y el aire del regreso se empapaba de sudor y de nostalgia, soñando quizá con que el año próximo la procesión del Corpus en Córdoba deberá haber vuelto a un jueves del que nunca debió salir.
CÓRDOBA